HAGAMOS LA DIFERENCIA
Amenaza u oportunidad
Después de la llegada de altos funcionarios estadounidenses, las órdenes están dadas. EE. UU. ha dicho a nuestras autoridades cómo deben actuar en el tema migratorio. Las instrucciones del presidente Trump han sido claras y se prevé una deportación masiva. La construcción del muro entre EE. UU. y México es una realidad, al buscar evitar el ingreso de migrantes ilegales. Los latinoamericanos indocumentados o en vías de documentarse que viven allá están alarmados, muchos se han encerrado en sus casas para evitar la deportación. El “sueño americano” se ha convertido en una “jaula de oro”. Es triste ver en las noticias casos emblemáticos de indocumentados capturados y en camino de deportación.
La problemática tiene dos aristas distintas: la primera es que Guatemala se ha convertido en un exportador de migrantes en forma ilegal hacia los EE. UU. En la actualidad, el rubro de ingreso de divisas por concepto de remesas es el más alto de todas las actividades lícitas generadoras de dólares en el país. En 2016 fueron US$7,159,967,600.00, siendo comparativamente 68.4% de los $10,465,300,000.00 producto de las exportaciones. Si bien en los primeros meses el ingreso de divisas se ha incrementado por el pánico, en el corto plazo decrecerá por las deportaciones y por los estrictos controles para evitar el ingreso ilegal. Las remesas se destinan principalmente para consumo, la inversión en negocios es baja, por lo que no son una fuente para generar ingresos permanentes en el país. La economía actual se verá afectada. El retorno de migrantes podría poner en aprietos al país, al no tener la capacidad de darles oportunidad de trabajo. A esto se aúna el problema de que los primeros en la lista son los que han cometido algún tipo de delito y llegarán al país entrenados para delinquir. Esto lo demuestra el fenómeno de las maras en Centroamérica. Es importante también señalar que gran porcentaje de los jóvenes en Guatemala, pero con familiares en EE. UU., decidieron ya no trabajar ni estudiar, sosteniéndose con los dólares que envían sus familiares. Están esperando tener una edad conveniente para hacer la travesía hacia el sueño americano.
La segunda artista del problema es que el fenómeno puede convertirse en una oportunidad para el país, provocará una reducción en la fuga de cerebros, de jóvenes emprendedores, que hará que a lo interno se generen iniciativas de desarrollo que retengan a los migrantes. De hecho, EE. UU. apoyará este tipo de procesos. Los jóvenes comprenderán que no pueden esperar que el dinero les venga del norte, sino que deben aprender a generarlo. Para ello deben prepararse, estudiar, trabajar. Algunos compatriotas previsores, deportados, traerán capital que pondrán a producir, lo que dinamizará la economía. Se cree que a largo plazo se provocará estabilidad en el desarrollo del país.
Es también importante señalar que los compatriotas honestos, trabajadores, a quienes por alguna situación les toque la deportación, vendrán con una cultura diferente, con mayores niveles educativos y costumbres adecuadas que a la larga beneficiarán al país.
Así que “no hay mal que por bien no venga”. Quizá esta sea una oportunidad para que Guatemala aprenda a no depender de la exportación de mano de obra para mantener su economía y esto siente las bases para desarrollar en forma sostenible. Estoy seguro de que se tienen los recursos, la capacidad y el ingenio para hacerlo, pero para ello es necesario que “todos colaboremos”, incluyendo el grupúsculo de empresarios que ha vivido de la explotación del trabajador.