LA BUENA NOTICIA
Amor y política
Jesucristo dejó a sus discípulos como mandamiento supremo el amor mutuo. Pero el verbo “amar” y el sustantivo “amor” tienen tal variedad de significados que la frase de Jesús “ámense unos a otros como yo los he amado” requiere explicaciones. En nuestro mundo erotizado, que pretende redefinir los géneros y sus relaciones, una frase como esa puede suscitar ideas que no tienen nada que ver con lo que Jesús proponía. Para evitar tales equívocos, en la Iglesia se inventó la palabra “caridad”, que en estos tiempos aguarda su rehabilitación.
Cuando Jesús habla de “amar” y de “amor” se refiere a acciones que tienen su prototipo en Dios. Él ama y por eso creó el mundo y a la humanidad, para compartir con quien no es Dios la abundancia de su ser y de su vida. Dios ama a sus creaturas y al hombre, incluso cuando se vuelve contra Él, y por eso amonesta, corrige, anima, perdona, acoge. Dios ama y por eso envió a su Hijo al mundo para que todo el que crea en él no perezca sino que alcance la vida eterna. Jesucristo, a su vez, como testimonio y sello del amor de Dios, anunció el perdón, llamó al arrepentimiento, señaló el camino de la vida, asumió la muerte en la cruz y resucitó de entre los muertos. Por eso también quienes son sus discípulos aman como él, dan la vida para el bien de otros. Vienen a la mente figuras como Teresa de Calcuta, quien se volcó a servir a los desahuciados para que tuvieran un final digno de personas hijas de Dios. Vienen a la mente personas menos notorias y conocidas y que igualmente inspiradas por el amor que reciben de Dios dan su tiempo, su talento, su esfuerzo para atender enfermos, ofrecer esperanza a los huérfanos de las guerras, auxiliar a los migrantes, educar a quienes no han tenido oportunidad. El amor del que habla Jesús es la actitud que fomenta la vida, promueve a las personas, reconcilia adversarios, abre futuro.
Abrir futuro es tarea política. El país atraviesa una crisis política grave a causa de que la corrupción de los funcionarios socavó la estructura del Estado y el aguante de los ciudadanos. En la exhortación apostólica La alegría del evangelio (205), el papa Francisco afirma: “La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”. ¡Dios lo escuche!, Santidad. La política puede y debe ser otra cosa que carrera para el enriquecimiento rápido, la corrupción y el aprovechamiento ilícito que contemplamos. Pero hace falta una motivación. Los analistas políticos aseguran que el cambio en la administración del Estado ocurrirá cuando se reformen tales o cuales instituciones. Pero hace falta también el sentido moral anclado en Dios. El Papa dice que con políticos abiertos a la trascendencia, con un sentido ético responsable ante el juicio de Dios, lograríamos el bien común. Pero lo que hemos visto en los políticos son apenas discursos salpicados de referencias a Dios como un recurso propagandístico más. No vale.