Año de la Vida Consagrada
La primera evangelización de nuestros pueblos y culturas en el siglo XVI se debió a la audacia y gran espíritu misionero de numerosos religiosos, que sin importarles los desafíos y sacrificios, desarrollaron un vasto despliegue misionero, cuya principal motivación fue anunciar a Cristo y su Evangelio. Destaca en sus inicios la presencia de dominicos, franciscanos y mercedarios; agustinos y jesuitas después. (Cf. CEG, 500 Años sembrando el Evangelio)
Más adelante llegan los paulinos, salesianos, misioneros de Maryknoll, y benedictinos; otras congregaciones se fueron integrado: misioneros del Sagrado Corazón, claretianos, misioneros de la Divina Redención, Oblatos de María, misioneros de la Preciosísima Sangre, combonianos, hermanos maristas y de La Salle, y otros. Además están los institutos seculares: Vida y Paz, las teresianas, hermanas de san Bonifacio, y numerosas congregaciones femeninas. Actualmente, según el portal de la Conferencia de Religiosos de Guatemala, están presentes más de 150 Congregaciones, de las cuales, 114 son femeninas, 36 masculinas y cinco institutos seculares.
En nuestra historia de ayer y hoy, ellos han mantenido viva la llama de la profecía. Como profetas recibieron de Dios la capacidad de observar nuestra historia y de interpretar los acontecimientos muchas veces dolorosos e injustos que hemos vivido. Han sido centinelas que han vigilado por la noche y nos han dado esperanza anunciando la aurora de un tiempo nuevo y mejor. Han sido “especialistas del Evangelio”, como los llamó Juan Pablo II en su primera visita a Guatemala. Han sabido conocer a Dios, a los hombres y mujeres. Han sido capaces de discernir y denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque son libres. Han estado del lado de los pobres e indefensos, porque saben que Dios está de su parte (Cf. Francisco).
Ellos son signo de Dios en los diversos ambientes de la vida guatemalteca, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres, son un don de Dios a la Iglesia y para el pueblo de Dios en camino (Cf. Francisco). ¡Gracias, religiosos y religiosas, por su valiente inserción en la realidad del pueblo guatemalteco! ¡Gracias, por su entrega alegre y generosa!
Victoruano21@hotmail.com