PERSISTENCIA

Antropología psicoanalítica

Margarita Carrera

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Igor Caruso, en su extraordinario ensayo La separación de los amantes (una fenomenología de la muerte), hace referencia al “Círculo vienés de la psicología profunda”, del cual es uno de sus destacados miembros, y a la “antropología psicoanalítica”, que enfoca la ciencia antropológica desde el punto de vista del psicoanálisis, básicamente freudiano.

Así, al citar la obra de Géza Roheim, Psychoanalysis and Anthropology, (International Press, Nueva York, 1950), observa cómo dicho autor (retomando la teoría freudiana) establece que el hombre es “un eterno niño fijado a la madre” y que la causa de esta infancia que parece perpetuarse es la cultura, que le protege dentro de su seno como un ser inacabado y le “condiciona de este modo tanto el deseo regresivo de la unidad narcisista con la madre, como el intento de garantizar la hominización mediante normas éticas y culturales”.

El psicoanálisis freudiano es, pues, aplicado no únicamente al individuo (como generalmente se cree al desconocerse totalmente la obra de Freud) sino a la sociedad, de tal manera se incorpora la antropología que, como ciencia del hombre, al estudiarlo como ser natural, lo ubica dentro de las llamadas ciencias naturales. Se sitúa al hombre dentro de la “physis” (naturaleza) y no dentro de la “meta-physis” (más allá de la naturaleza).

El punto de partida de la “Antropología psicoanalítica” es el “edipismo” sobre el que se asienta esta ciencia moderna.

El psicoanalista uruguayo Gilberto Koolhaas (da a conocer Caruso) “…piensa, exactamente como G. Roheim, que Edipo da la única respuesta posible al enigma de la Esfinge, afirmando e interpretando al ser humano”. (Gilberto Koolhaas, El tiempo de la disociación, de la represión, de la separación, en rev. uruguaya de psicoanal., 1957)

Pero además del “edipismo” interesa a estos sabios “el instinto de muerte”, descubierto por Freud como ley fundamental que gobierna (en mayor o menor grado, según las condiciones históricas, derivadas asimismo de leyes psicoanalíticas) a la sociedad y al individuo.

Otro destacado científico citado por Caruso es Konrad Lorenz, quien, a pesar de su escepticismo hacia el psicoanálisis, complementa, “sorprendentemente”, al decir de Caruso, “la metapsicología psicoanalítica”, en su estudio sobre las “formas innatas de toda experiencia posible”, la cual “…ha venido a constituirse en una de las bases más sólidas de la ciencia moderna del comportamiento”.

A pesar de que K. Lorenz no acepta el “instinto de muerte” freudiano, Caruso aclara que “…de todos los hombres de ciencia que se han ocupado del problema de la pulsión de la muerte, es él quien mejor ha visto ciertos aspectos. La agresividad intraespecífica no es para él una ‘reacción’, sino una conducta espontánea y necesaria en interés de la conservación de la especie”.

Para Lorenz, científico (más allá del bien y del mal), “…la agresividad es necesaria para el uso de la conservación de la especie, porque ‘sirve’ a la selección natural”. Antes ha expuesto su carácter del fiel darwinista.

La “agresividad” de que nos habla K. Lorenz, biólogo y antropólogo a la vez, no difiere en mucho al “instinto de muerte” enunciado por Freud. Pero K. Lorenz va más allá que Freud al deducir que “el instinto de muerte”, “la agresividad” o “el acto fallido auto destructor” es filogenéticamente anterior al amor. “La agresividad intraespecífica es millones de años más antigua que la amistad y el amor personales…” además, “no existe amor sin agresividad”; “La conducta agresiva en el amor es tanto más fuerte cuanto mayores frustraciones haya experimentado”.

margaritacarrera1@gmail.com

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