PUNTO DE VISTA
Arístides Calvani y Guatemala
Hace cien años, el 19 de enero, nació Arístides Calvani, eminente estadista e intelectual venezolano, y el 18 de enero de hace 32 años, Calvani, su esposa, Adelita, luchadora social y exalcaldesa de Caracas, sus hijas Graciela y Marielena, junto con otras 92 personas, encontraron el fin de su vida terrenal al estrellarse un avión en la selva guatemalteca, no muy lejos del mítico Tikal.
Como embajador de Venezuela en Guatemala (1990-1997), tuve el honor de acompañar la noble iniciativa del presidente guatemalteco Ramiro de León Carpio, acogida con entusiasmo por el presidente Rafael Caldera y el siguiente presidente guatemalteco, Álvaro Arzú, de colaborar para convertir 104 hectáreas, aproximadamente, que rodean el trágico paraje, en un parque ecológico-conmemorativo, con el nombre de Arístides y Adelita Calvani.
En el propio lugar del accidente se erigió un monumento-capilla, obra del arquitecto guatemalteco Augusto De la Riva, que contiene un altorrelieve en bronce del escultor venezolano Manuel De La Fuente. Los Presidentes Caldera y Arzú inauguraron el Parque el 8 de febrero de 1997, con la presencia de los expresidentes de Guatemala De León Carpio y Cerezo. Calvani había viajado a Guatemala para asistir a la toma de posesión del presidente Cerezo.
Arístides Calvani, como canciller de Venezuela durante el primer gobierno de Rafael Caldera, cumplió, en el marco del respeto del Derecho Internacional, con el mandato de la Constitución venezolana de 1961 de “sustentar el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la dignidad de los ciudadanos, y favorecer pacíficamente su extensión a todos los pueblos de la tierra”.
Posteriormente, como Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), trabajó intensamente por la democratización de Centroamérica, no solo con los partidos de inspiración socialcristiana, sino con todos los partidos y grupos democráticos, y puso un especial énfasis en relacionarse con los grupos y sectores no tan democráticos.
En efecto, Calvani creía que, para establecer la democracia en América Central, había que empezar por democratizar a los no demócratas.
Para Calvani, la democracia es el sistema político éticamente superior porque está basado en la centralidad y dignidad de la persona humana como ser libre y responsable de sus actos. Es el sistema más abierto hacia su entorno, que permite con más facilidad la autocorrección.
Al permitir el reemplazo incruento y legítimo de los gobernantes, tiende a asegurar una estabilidad civilizada. Calvani concebía a la democracia como un proceso continuo de democratización.
Al respecto, nos decía: “La democracia hay que establecerla donde no la hay, hay que consolidarla donde ya se ha establecido, y hay que perfeccionarla cuando ya se ha consolidado”.
La democracia, por tanto, ni es ni será nunca perfecta, pero siempre será perfectible. No es el paraíso terrenal donde se solucionan todos los problemas, sino humildemente la mejor forma que la humanidad civilizada ha encontrado para convivir políticamente y tratar de buscar, entre todos y sin matarnos, la solución a los problemas de la sociedad, una sociedad, como decía Calvani, que está al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la sociedad.