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Atacar la causa, en lugar de la consecuencia

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La continua inmigración ilegal hacia Estados Unidos es un problema que difícilmente podrá ser controlado debido a las circunstancias de pobreza, falta de oportunidades y violencia por las que atraviesan la mayoría de habitantes centroamericanos.  Lo que ha obligado a la población más humilde a salir en busca de un mejor futuro fuera de su propia patria para ir tras el famoso sueño americano, que en la mayoría de los casos termina convirtiéndose en una pesadilla.

Lo peor es que la migración ilegal no se detendrá hasta que no mejoren las condiciones socioeconómicas de estos países. Si Estados Unidos quisiera realmente evitar este éxodo, entonces debería cambiar sus políticas de apoyo a la región, combatiendo la causa y no la consecuencia del problema. No creo, además, que les convenga tener en su “patio de atrás” países pobres, vulnerables, sumidos en la ignorancia y la violencia. Sería mejor estrategia y mayor empoderamiento lograr ayudar a transformar a sus vecinos del sur en naciones desarrolladas y de alto nivel.

Por esta razón, se esperaba que en la última reunión que sostuvo el vicepresidente Mike Pence con los presidentes del Triángulo Norte se hubiera exigido a los mandatarios el fortalecimiento de la justicia y combate a la corrupción. En lugar de sentarse con ellos a escuchar una sarta de discursos alejados de la realidad, argumentos utópicos y manipulaciones.

Admitir actitudes como estas le resta a Estados Unidos liderazgo ante la región. ¿Por qué no se debatió sobre la manera corrupta como están gobernando estos presidentes? Cumbres como esa solo se convierten en pérdida de tiempo, recursos y lambisconería mutua.

Una semana después de esa sátira diplomática, sale la marcha de más de 2500 migrantes hondureños, que viven en extrema pobreza, en un país donde reina la violencia e inseguridad. Ellos huyen porque no tienen otra opción, dispuestos a todo por cambiar de vida, no tienen nada que perder y, según ellos, mucho que ganar.

Aunque Trump amenace mediante sus clásicos tuits con retirar la ayuda para estas naciones centroamericanas o cerrar el paso con militares, la crisis ya está montada y será complicado el manejo de la situación reactiva sin tocar las fibras humanitarias. Pero poco se ha hecho por prevenir estas oleadas migratorias, empezando por EE. UU., que ha sido flojo con los presidentes corruptos del área, los cuales ya ni siquiera respetan a Trump.

La migración ilegal de centroamericanos no podrá detenerse con amenazas o simples campañas publicitarias, si las condiciones de vida de los ciudadanos no mejoran en sus respectivos países, la pobreza no disminuye y se les ofrece las oportunidades mínimas para tener una vida digna; será imposible conseguirlo. El desafío para Trump será crear nuevas estrategias para la región del Triángulo Norte, que permitan mejorar la calidad de vida de las personas. Enfocándose ya no tanto en hacer cumbres para sentarse con los presidentes a escuchar sus fantasías diurnas, sino ser firme y perseguirlos con mano de hierro a ellos y cualquier otro funcionario público, que ose actuar fuera del marco de la legalidad.

Si EE. UU. quiere invertir dinero en la región, que ellos mismos administren esos fondos, construyendo —por ejemplo— escuelas, hospitales, carreteras y generando en estos proyectos empleos para los propios habitantes de cada país. Pueden abrirse también las puertas para empresas estadounidenses para que instalen sus fábricas y generar mano de obra barata. Los gringos deben considerar que aquí los gobernantes son incapaces de manejar dinero sin corromperse.

Soluciones preventivas existen, pero la voluntad política de hacerlo depende de un cambio de óptica de Estados Unidos.

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