LIBERAL SIN NEO
Aventura con la PMT de Villa Canales
Conducía tranquilamente en mi vehículo por la carretera a El Salvador cuando, cerca del kilómetro 31, me encontré con un puesto de registro de la PMT. Un agente me pidió los documentos del vehículo y licencia de conducir. El agente, con mis documentos, se acercó a otro que hablaba por teléfono celular y se los mostró. Regresó conmigo y me informó que tenía una remisión por exceso de velocidad y que este hecho había sido detectado por el velocímetro un par de meses atrás.
Seguidamente, el agente me dijo: “El artículo 190 me faculta a recoger el vehículo por impago de una remisión y lo vamos a conducir”. Le pregunté “¿El artículo 190 de qué?” Me volvió a decir a qué lo facultaba el artículo 190. Le volví a preguntar de qué era el artículo y por tercera vez me respondió lo mismo. El agente tenía cierta fascinación con la palabra “velocímetro”, ya que la pronunció varias veces, agregando que este “no miente”. Le pregunté: ¿Cómo podría haber pagado una remisión si no conocía de su existencia? Regresamos al tema del velocímetro y cómo este no es capaz de mentir. Tuvimos una larga discusión sobre la legalidad de imponer un castigo por impago de una remisión de la cual no se me había notificado. A estas alturas, varios agentes se habían unido a la discusión, identificándose como PMT de Villa Canales. Estábamos de acuerdo en que yo había violado la ley al conducir a exceso de velocidad dos meses atrás, ya que el velocímetro no miente, mientras discrepábamos sobre la legalidad de confiscar el vehículo por impago de una remisión, sin haber notificado.
Los agentes insistieron que la Muni de Villa Canales no tenía obligación de notificarme y el jefe me informó que era mi obligación averiguar si tenía remisiones. Haciendo la observación de que en Guatemala hay 340 municipalidades, le pregunté si tendría que averiguar solo en la Municipalidad de Villa Canales, o en todas. Lo pensó un rato y me respondió, “No, no en todas, solo en algunas”. ¿”Cuáles sí y cuáles no?”, le pregunté. “Solo por las que ha pasado”, me respondió. Luego le pregunté con qué frecuencia tendría que averiguar si tenía remisiones en las municipalidades por las que había pasado, ¿todos los días? Se puso serio, pero logré persuadirlo de que era ilegal confiscar mi vehículo si no había sido notificado de la remisión, riéndonos sobre el hecho de que el velocímetro que no miente tampoco notifica.
La discusión evolucionó y el agente me informó que, “tratándose de mí”, no conducirían el vehículo, se quedarían con mi tarjeta de circulación, me podría ir directamente a Villa Canales a pagar la remisión y regresar con ellos para que me devolvieran el documento. “Pero eso es ilegal”, le comenté, “dejarme conducir sin tarjeta de circulación”. “Será ilegal”, me dijo, “pero más ilegal es que usted estaba conduciendo a exceso de velocidad”. Protesté que ir y regresar a Villa Canales me tomaría tres horas. “Usté sí que es exagerado”, me respondió, “no son más de dos”. En mi haber tengo muchos años de casado y he desarrollado olfato para saber cuándo no es posible ganar una discusión. Opté por retirarme, sin documento, culicagao como dicen en las novelas colombianas, que no me fueran a parar más adelante.
Si de efectividad se trata, la PMT de Villa Canales la tiene para lograr el pago de remisiones. No voy a contar cómo me fue para pagar la tal remisión en Villa Canales, más que decir que tomó dos visitas en días distintos y que me costó el doble. Gracias por su paciencia, estimado lector, tenía que compartir esta historia. ¿Se siente identificado con esta situación, digna de Franz Kafka?