PUNTO DE ENCUENTRO
Caminantes
La multitudinaria caravana de migrantes proveniente de Honduras, que llegó a Guatemala la semana pasada, conmovió hasta lo más profundo de las entrañas a todo aquel que en este país tiene un poco de humanidad.
Los centenares de hombres, mujeres, niñas y niños hondureños que la conforman nos recuerdan la terrible realidad que viven millones de guatemaltecos y centroamericanos que se enfrentan cada día a la pobreza, la exclusión, la desigualdad y la violencia. Porque esas, y no otras, son las causas que les expulsan de su tierra.
Nadie que tenga un mínimo de posibilidades de sobrevivir deja su casa, su familia o su trabajo para emprender un viaje que puede terminar en muerte, cárcel o deportación. Ya no tienen nada qué perder porque lo han perdido todo, o nunca han tenido nada. Se van porque hace meses que no comen, porque no tienen un céntimo para pagar la medicina para el pariente enfermo, porque hace rato que buscan un trabajo y no lo encuentran, porque no dejan de cobrarles la extorsión. Se van porque sus países les expulsan, les echan, les dan la espalda.
Miguel, un joven proveniente de San Pedro Sula contó, después que le convidaron con un café y un tamal, que tenía meses de no probar un plato de comida caliente. Su historia es la de miles de jóvenes que buscan una oportunidad de trabajo -aunque sea con mínima remuneración- para contribuir al sustento familiar. Cuando pierden la esperanza es que se deciden a migrar para el Norte, a ver si es que ahí tienen algún futuro.
Y eso se llama exclusión, se llama miseria, se llama desigualdad. Y no surge por generación espontánea, es producto de un sistema que necesita miles de miles de pobres para que haya un grupito de mega-ricos. A nivel mundial, 8 millonarios acumulan más riqueza que la mitad de la población del mundo más pobre -unos 3,600 millones de personas- y esa ecuación se repite en Guatemala y en Centroamérica provocando crisis económicas y sociales de catastróficas consecuencias.
Quizá se entienda más y mejor en palabras de Pedro B. Ortiz, exalcalde de Salamanca e invitado al Enade 2018: “No se puede dejar que una juventud crezca ignorante, sin vivienda y sin salud, porque al final es un proceso explosivo”. “Yo lo que estoy percibiendo es que esa clase de dirigencia (refiriéndose a la clase económica dirigente de Guatemala) no tenga la visión moderna, parece que es una visión medieval en que yo sea rico y los demás pobres”. (Prensa Libre, 14/10/18).
Las y los migrantes encontraron a su paso por Guatemala solidaridad. También comentarios y actitudes mezquinas de quienes, como el presidente de los Estados Unidos, les desprecian, les atacan y les llaman peligros delincuentes. El colmo de la infamia es que los políticos corruptos -que todos los días roban a sus pueblos la esperanza de una vida mejor- se atrevan a señalarles de ladrones y se burlen de sus carencias y necesidades. “Seremos pobres pero no estúpidos”, dijo un migrante en la radio cuando le preguntaron si estaban siendo manipulados.
Ya lo dijo el padre Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante: “En Guatemala tenemos palabras pero no políticas de desarrollo humano integral, queremos que nuestros países cambien la forma de hacer política, que sea incluyente para todos”.
A esos miles de compatriotas y centroamericanos, que son ejemplo de valentía y determinación, y que frente a las adversidades que viven nos dan una lección de enorme dignidad, les dejo estos versos del poeta Antonio Machado: Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
@MarielosMonzon