Se cierra un ciclo
Las evaluaciones se hacen dependiendo de las circunstancias que han rodeado a cada persona. En muchos casos, el factor clave es cuánta plata, cuántas ganancias se obtuvieron durante el año. La escala de la felicidad parece marcada solo por ese ingrediente. La otra evaluación, no menos importante, es a partir de los efectos logrados como sociedad. Allí las cosas se vuelven más complejas.
El resultado del año es una combinación de más miedo, más rencores acumulados, mayor desprecio por la vida humana. Las percepciones negativas ante el recrudecimiento de la violencia y las formas salvajes vistas a lo largo del año han generado en muchos ciudadanos ese tipo de respuestas contradictorias que no se borran de la noche a la mañana. Se suma a esos la indiferencia, con sus múltiples expresiones. En positivo, el año que está por finalizar muestra que ese fenómeno ahora debe competir con pequeñas expresiones, especialmente venidas de jóvenes, interesadas en movilizar y agitar las aguas para motivar a la reacción positiva. Ese es un signo alentador.
En materia político electoral, el año por cerrar estuvo marcado por el primer enjuiciamiento contra un expresidente —Portillo—, el juzgamiento a tres funcionarios del gobierno anterior —Vielmann, Sperisen y Figueroa—, el intento de Sandra Torres por ser inscrita en la papeleta presidencial y el frente antiUNE como única motivación electoral, y lo sucedido en las dos vueltas electorales, donde la fuerza del partido aún oficial consiguió generar un crecimiento artificial del otrora candidato Baldizón que le complicó la existencia a los patriotistas. Reagrupamiento de grupos de poder, reducción de otros y salida de la jugada para quienes no se alinearon. El año cierra con interesantes y esperanzadores indicios del nuevo equipo de gobierno, que se confirmarán o negarán en los primeros meses del ciclo venidero.
El 2012 se presenta cuesta arriba, sin saber si la inclinación será mayor a los ciclos anteriores. De cualquier forma, las señales indican que debemos ser más precavidos. Las repercusiones de la nueva oleada de crisis financiera, la debilitada institucionalidad nacional, el deterioro de las finanzas públicas y las trampas dejadas por el gobierno saliente no son poca cosa. Necesitamos que los nuevos gobernantes transmitan y aseguren señales estimulantes para un país que clama respuestas contundentes y asertivas. Desacostumbrarnos a las crisis sempiternas es uno de los retos mayores.