NOTA BENE

A Guatemala se le acabaron sus nuncas

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Mi papá exclamó un día al doctor que a él nunca se le subía la presión y que nunca había tenido tal o cual síntoma. Su médico contestó entre risas, “Don Roberto, ¡se le acabaron sus nuncas!”. En vísperas de la segunda vuelta, repetíamos constantemente que nunca imaginamos que una población esencialmente conservadora tuviera que escoger entre dos izquierdas. Nunca nos había dolido tanto una decisión electoral. Nunca habíamos sostenido debates políticos tan subidos de tono con familiares, colegas y amigos. ¡A nuestra querida Guatemala se le acabaron sus nuncas!

' ¿Es posible una reforma electoral?

Carroll Ríos de Rodríguez

Me consuela que mi abuelo, mi padre y sus amigos, que dedicaron sus vidas a promover los ideales de una sociedad libre, nunca (otro nunca) vieron la papeleta del 20 de agosto ni serán testigos de lo que vendrá. Tenemos una gran deuda con quienes desde sus diferentes rincones y por distintos medios han batallado por hacer de Guatemala un país próspero y libre. Gracias a todos los que en estos meses alzaron sus voces e intentaron hacer calar el mensaje liberal.

Nuestra nata desconfianza del poder gubernamental y poca sagacidad, entre otros factores, han impedido que los amantes de la libertad formulemos una oferta política viable. Se nos acabó otro nunca: el futuro próximo exige que se perfile una coalición competente que lidere una oposición clara y respetuosa. Idealmente, tales esfuerzos deberían acompañarse de una reforma electoral, pues, en general, la calidad de la oferta política y la calidad de nuestros procesos electorales deben mejorar.

Dicha conclusión es consonante con la narrativa dominante, según la cual el 26% de los empadronados, hastiados por el comportamiento de la clase política tradicional, votó por Bernardo Arévalo, percibiéndolo como un forastero pese a su pasado como diplomático y diputado.

Los sucesos que llevaron a UNE y Semilla a la segunda vuelta fueron atropellados. Generaron incertidumbre. Lidiamos con la judicialización de la política. En la primera ronda el abstencionismo y el voto nulo fueron determinantes. Vale la pena analizar los efectos reales de las reglas del juego vigentes, y la ineficacia o manipulación de las mismas. La credibilidad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) se vio aún más dañada por la aparente arbitrariedad con la que aplicaron las normas y las sanciones.

Existen algunas propuestas de reforma elaboradas por politólogos estudiados y conocedores del análisis de las decisiones públicas que merecen ser atendidas. Debemos desmenuzar todos los pasos del proceso electoral, desde la inscripción de los partidos hasta su fiscalización, y estudiar cómo se pueden simplificar y transparentar.

¿Qué resultados podríamos cosechar con mejores reglas? Quizás partidos más institucionalizados y longevos, legisladores que realmente se sientan representantes, plazos temporales realistas para cada etapa electoral, y, por supuesto, más rendición de cuentas y transparencia.

Una consecuencia del sistema actual es la aguda politización de la sociedad. En las repúblicas abiertas, libres y funcionales, las personas suelen despreocuparse de la política. La institucionalidad y el estado de Derecho son sólidos. Los gobernantes que ostentan temporalmente el poder se ven obligados a respetar la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos gracias a efectivos pesos y contrapesos. Sea quien sea el ganador de una contienda electoral, las personas pueden ocuparse tranquilos de sus asuntos familiares y hacer planes económicos a futuro, porque el partido electo no le dará cara vuelta a sus existencias. Sería positivo propiciar cambios para lograr un entorno con estas características.

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