META HUMANOS

Activar la inteligencia colectiva

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Cuando un grupo de personas deciden unir sus conocimientos, sus dones, experiencia de vida, recursos, inteligencia y capacidad creativa para responder juntos a un reto compartido, surge la inteligencia colectiva (IC), una capacidad que nos ha permitido evolucionar, innovar y trascender juntos.

' Que el potencial del momento histórico del bono demográfico que vive hoy nuestro país anime nuestra voz.

Claudia Hernández

Según Pierre Levy, la inteligencia colectiva se distingue de otras formas de colaboración por promover el reconocimiento y el enriquecimiento mutuo de las personas. Sin embargo, por más inteligentes que sean las personas, no todos los grupos generan IC. Esto se debe a que la IC no se relaciona primordialmente con la inteligencia o el talento individual de los miembros de un grupo, sino más bien con su capacidad para resolver un reto juntos.

Si pensamos en los retos compartidos que afrontamos los guatemaltecos, tales como la malnutrición, la gestión de riesgos, la migración irregular, el acceso a agua limpia, la crisis de liderazgo político-partidaria o la calidad educativa —entre otros—, notaremos que nuestra capacidad para responder a nuestros retos compartidos ya no tiene que ver, como en el pasado, con falta de conocimiento, datos, capacidad técnica o incluso recursos. Tiene que ver más bien con nuestra capacidad para trabajar juntos.

Según Anita Woolley, especialista en IC, para pasar del trabajo en equipo a realmente activar la inteligencia colectiva de un grupo existen ciertas condiciones, conocidas como “el factor C”. Entre ellas se destacan: 1) la seguridad psicológica dentro del grupo, para estar en desacuerdo y aprender de los errores; 2) la diversidad de inteligencias y perspectivas, para aumentar la capacidad creadora del grupo; 3) la participación equitativa de sus miembros tanto en género como en tiempo; y 4) la inteligencia emocional de cada persona, lo cual se manifiesta en escucha, empatía y autorregulación y, por ende, potencia la capacidad de trabajo conjunto.

A simple vista y desde la teoría, estas cuatro condiciones parecieran obvias; sin embargo, en la práctica no siempre lo son. Con frecuencia, a todo nivel, desde la casa, la escuela, el trabajo, hasta llegar a las iniciativas interinstitucionales e intersectoriales, nos descubrimos incómodos…, interactuando en grupos en donde la confianza está rota, las ideologías polarizadas, ciertas voces silenciadas o con una participación que no cuenta y en donde el miedo a fallar o lastimar el ego es tan grande que opaca las ideas.

Si bien las heridas de nuestro pasado nos ayudan a entender por qué para muchos guatemaltecos es difícil atrevernos a confiar y salir de nuestra burbuja, no podemos dejar que ese miedo nos impida crear espacios seguros, para que los niños, las niñas y los jóvenes aprendan a co-crear juntos el mejor futuro posible.

En un país en donde el 70% de la población es menor de 30 años, los adultos de hoy, especialmente aquellos en posiciones de liderazgo, estamos llamados a crear espacios que potencien el “factor C”. Donde aprendamos a valorar otras formas de inteligencia, que no se miden por una prueba numérica o verbal. Donde valoremos la riqueza de traer a la mesa perspectivas diferentes. Donde encontremos puntos de encuentro para co-crear juntos, desde la capacidad creativa única de cada uno, nuevas formas de responder a nuestra realidad compartida.

Que el potencial del momento histórico del bono demográfico que vive hoy nuestro país anime nuestra voz, profundice nuestra escucha y fortalezca nuestra voluntad para activar nuestra inteligencia colectiva. Porque nunca es demasiado temprano para aprender a hacerlo o demasiado tarde para poder intentarlo.

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