CATALEJO

Al respecto de nombres y razón de los partidos

|

La tradición política en el mundo bautiza partidos con una o dos palabras: republicano, demócrata, conservador, liberal, lo cual tiene el defecto de aprovecharse del concepto para convertirlo en sinónimo de una membresía. Ese fue el caso del Partido Patriota y del Revolucionario. En Estados Unidos, los dos partidos mayoritarios. Es una trampa: alguien se puede identificar con esos calificativos en otras criterios, sin por ello simpatizar o pertenecer a un partido con ese nombre. Otros mezclan conceptos políticos con otros: Democracia Cristiana, Partido de los Trabajadores, Partido Liberal. En Guatemala la proliferación excesiva de “partidos” de muy escasa vida va acompañada de nombres muy largos o de variados conceptos sin significado alguno.

' Los partidos-club de amigos, dispuestos a permitir la entrada a personas de toda clase, son los responsables del caos actual.

Mario Antonio Sandoval

En nuestra realidad política no existen partidos, aunque hayan llenado los requisitos. Ejemplos: agrupaciones con nombres como Avanza, Azul, Valor, Bienestar, Cambio (UCN), Convergencia, de la Esperanza, Humanista, Nosotros, Podemos, Prosperidad, Semilla, Todos, Vamos, Unionista, Unión Republicana, Visión con Valores, etc. Al escuchar cualquiera de esos nombres nadie puede tener la menor idea de su ideología, y algunos de sus dirigentes hasta presumen de no tenerla y dejan al ciudadano sospecharla o decidirla. Nadie puede dejar de preguntarse qué es eso, qué significa, qué propone, qué piensa o qué rechaza. De todos se lleva el primer premio del risible nombre de Partido Elefante. No causaría extrañeza el Partido Pollo…

Los nombres de Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y Movimiento para la Liberación de los Pueblos, por ser demasiado largos obligan al uso de siglas. Como el español, para definir una pertenencia, agrega la terminación “ista” —comunista, patriotista y demás— es obligado crear vocablos como azulista, nosotrista, valorista, podemosista, winaquista, con el resultado de provocar la sonrisa o carcajada antes de reducir en todos los niveles de votantes el porcentaje de participación, en especial entre los jóvenes. En la segunda vuelta de las dos últimas elecciones participó un poco más del 50 del padrón como resultado del voto contra Sandra Torres. La menor participación fue en la primera vuelta de la elección de Álvaro Arzú, en 1995, con 37 por ciento de los electores.

Cuando con las elecciones de 1985 nacieron la Constitución y el Tribunal Supremo Electoral, la base teórica de facilitar la creación de partidos era una oportunidad a adicionales partidos con base ideológica, pero en la práctica integrantes de un oligopolio político. Así nacieron varios, entre ellos la Unión del Centro Nacional, cuyo eslogan era “ni izquierda ni derecha, al centro”, con la idea de buscar y aplicar criterios aceptables para la teoría y la práctica de la realidad nacional. Este último murió a causa del asesinato hace 29 años de su líder y organizador, Jorge Carpio Nicolle, y el resto han desaparecido porque sus “dueños” no permitieron participar a nuevos grupos internos o no pudieron salvar el obstáculo del mínimo 5 por ciento de votos o de ganar una curul.

Los partidos-club de amigos y los dispuestos a permitir la entrada a cualquiera, ya sea financistas, políticos marrulleros o delincuentes de toda clase, son en verdad los responsables del caos actual. El caso más terrible es el de los dos últimos partidos oficialistas, que con tal de ganar a toda costa convirtieron a la cleptocracia ya existente en una “malo-tonto-cracia”. Es decir, el gobierno de la mezcla de malos y tontos en cualquier acepción de esa nueva y necesaria palabra para definir nuestra trágica situación nacional. Algunos inocentes, ilusos o malintencionados hablan de una nueva Constitución, pero si la actual, redactada con buena fe, ha fallado porque no ha sido desarrollada, una nueva como producto de esta gente incalificable terminaría de hundir al país.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.