Civitas
Aseguremos lo que nos hace una República
La transición en el 2023 no era una cuestión de ideologías o gustos personales, sino de mantener nuestro orden constitucional.
Nuestra Constitución establece que tenemos un sistema político “republicano, democrático y representativo”. Muchos dirán que el papel lo aguanta todo y que estamos lejos de ser republicanos, democráticos o representativos. Puede que lleven algo de razón. El deterioro institucional es evidente y mucho de lo que nos hace una República está en constante riesgo. No obstante, qué mejor argumento entonces para defender y asegurar que se cumpla lo que sí nos hace republicanos, democráticos y representativos. No es casualidad que la Constitución misma incluya la palabra “República” más de 190 veces, en contraposición a democracia, por ejemplo, que no aparece ni una sola vez. Es evidente el anhelo de que seamos una verdadera República, donde existan frenos y contrapesos, igualdad ante la ley y, sobre todas las cosas, se garantice la libertad de cada uno de nosotros.
¿Cómo lo logramos? Imposible abordar todas las maneras en este espacio, tomando en cuenta los desafíos impuestos por quienes nos empujan a una cleptocracia o un Estado sin sentido, ya sea por su ambición o ineptitud. Sin embargo, los últimos doce meses nos dan una idea de que existen principios muy básicos que deben asegurarse si queremos hacer valer lo que dice el artículo 140 de la Constitución. No solo por “el papel”, sino para vivir en un lugar donde prime la libertad y con ello las posibilidades de desarrollo.
Por ejemplo, antes de que iniciara el 2024, la preocupación política del país giraba en torno a la transición democrática. ¿Cómo era posible que siquiera se cuestionara que la transición estaba en peligro o gravemente golpeada? ¿Estábamos convirtiéndonos en uno de esos países donde no se respeta la voluntad popular? Para nuestra fortuna, las instituciones (fuertemente golpeadas) se alargaron lo más que pudieron, y bajo mucha presión y respaldo ciudadano, aguantaron. Por eso, la transición en el 2023 no era una cuestión de ideologías o gustos personales, sino de mantener nuestro orden constitucional.
Es evidente que hay cuestiones muy mínimas que parecen básicas, pero son las que no debemos descuidar si queremos verdaderamente vivir en una República donde se garantice la libertad y el desarrollo.
Otro ejemplo, relacionado a la publicidad de los actos administrativos, es la confidencialidad bajo la cual está el pliego de peticiones que se está utilizando para negociar el pacto colectivo de educación. Este tiene un impacto directo en las condiciones de trabajo de los docentes; por ende, en el servicio de educación que reciben los niños en el país. Si esa información está bajo reserva de confidencialidad (lo cual es ilegal, puesto que no cumple con los requisitos para estarlo) y no se hace pública, otros podrían alegar que existe información, más allá de la que ya clasifica la Ley de Acceso a la Información, que puede quedarse oculta. No sabríamos qué pasa adentro del Estado. Esto es un grave retroceso en el cumplimiento de la transparencia.
Así resuena lo dicho por Benjamín Franklin: “Una República, si pueden conservarla”. En ese sentido, cuando no se cumplen principios tan básicos como la alternabilidad en el poder, la periodicidad en los cargos o la publicidad de los actos de la administración, entre otros, se genera incertidumbre jurídica, lo cual ahuyenta, en lugar de alentar, la inversión (como sucedía hace algunos años en Argentina) para que existan más y mejores empleos. Por otro lado, derrumbar los cimientos de la República puede dar paso a que una persona acumule tanto poder que quiera hacer lo que se le da la gana de manera arbitraria, afectando las libertades de los ciudadanos (miremos el caso de Venezuela). Así, es evidente que hay cuestiones muy mínimas que parecen básicas, pero son las que no debemos descuidar si queremos verdaderamente vivir en una República donde se garantice la libertad y el desarrollo.