Pluma invitada
Cometemos un error al hablar como lo hacemos de la memoria y la edad de Biden
La edad de un individuo no dice nada sobre su estado cognitivo o hacia dónde se dirigirá en el futuro.
El informe del abogado especial Robert K. Hur, en el que se negaba a procesar al presidente Biden por su manejo de documentos clasificados, también incluía una evaluación muy debatida de las capacidades cognitivas de Biden.
Los estadounidenses están preocupados por la avanzada edad de Joe Biden y Donald Trump.
“Biden quizá se presente ante un jurado, como lo hizo durante nuestra entrevista con él, como un hombre simpático, bienintencionado, de edad avanzada y con mala memoria”.
Como experto en memoria, puedo asegurar que todo el mundo olvida. De hecho, la mayoría de los detalles de nuestra vida —las personas que conocemos, las cosas que hacemos y los lugares a los que vamos— se reducen de manera inevitable a recuerdos que solo captan una pequeña fracción de esas experiencias.
Es normal ser más olvidadizo a medida que envejeces. A grandes rasgos, las funciones de la memoria empiezan a declinar a partir de los 30 años y siguen debilitándose hasta la vejez. Sin embargo, la edad por sí misma no indica la presencia de déficits de memoria que afecten la capacidad para desempeñar un cargo de liderazgo exigente. Y un aparente fallo de la memoria puede o no tener consecuencias según las razones por las que se produjo.
Hay olvidos de todo tipo. Si tienes más de 40 años, lo más probable es que hayas experimentado la frustración de intentar recordar esa palabra escurridiza que tienes en la punta de la lengua. Coloquialmente, podría describirse como “olvido”, pero la mayoría de los científicos de la memoria lo llamarían “fallo de recuperación”, lo que significa que el recuerdo está ahí, pero no podemos evocarlo cuando lo necesitamos. Por otro lado, el verdadero olvido se produce cuando un recuerdo parece perdido o desaparecido por completo. Confundir distraídamente los nombres de los líderes de dos países entraría en la primera categoría, mientras que ser incapaz de recordar que alguna vez conociste al presidente de Egipto entraría en la segunda.
A lo largo del envejecimiento típico, se producen cambios en el funcionamiento del córtex prefrontal, una zona del cerebro que desempeña un papel protagonista en muchos de nuestros éxitos y fracasos cotidianos de memoria. Estos cambios implican que, a medida que envejecemos, tendemos a distraernos más y con frecuencia nos cuesta encontrar la palabra o el nombre que buscamos. Recordar acontecimientos lleva más tiempo y requiere más esfuerzo, y no podemos detectar los errores con tanta rapidez como antes. Esto se traduce en muchos más olvidos verdaderos.
Muchas de las observaciones del abogado especial sobre la memoria de Biden parecen caer en la categoría de fallo de recuperación, lo que significa que son más indicativos de un problema con la búsqueda de la información correcta de la memoria que del olvido verdadero. Invocar la fecha en que se produjo un acontecimiento, como el último año de la vicepresidencia de Biden o el año de la muerte de su hijo, es una medida compleja de la memoria. Recordar que un acontecimiento tuvo lugar no es lo mismo que ser capaz de ponerle fecha, algo que resulta más difícil a medida que avanza la edad. Es muy probable que el presidente tenga muchos recuerdos de ambos periodos de su vida, aunque no pueda recordar de inmediato la fecha en el contexto estresante (y más apremiante) del ataque a Israel del 7 de octubre.
Otros problemas de “memoria” destacados en los medios de comunicación no son tanto casos de olvido como de dificultades en la articulación de hechos y conocimientos. Por ejemplo, en julio de 2023, Biden afirmó de manera errónea en un discurso que “tenemos más de cien muertos”, cuando debió haber dicho “más de un millón”. Ha luchado contra la tartamudez desde la infancia, y las investigaciones sugieren que la gestión de la tartamudez exige recursos prefrontales que normalmente permitirían a las personas encontrar la palabra correcta o, al menos, corregir con rapidez los errores a posteriori.
Los estadounidenses están comprensiblemente preocupados por la avanzada edad de los dos principales contendientes en las próximas elecciones presidenciales (Biden tiene 81 años y Donald Trump, 77), aunque algunas de esas preocupaciones tienen su origen en estereotipos culturales y temores respecto al envejecimiento. El hecho es que existe un enorme grado de variabilidad en el envejecimiento cognitivo. La edad se asocia, en promedio, a una disminución de la memoria, pero los estudios que dan seguimiento durante años a las mismas personas han demostrado que, aunque algunos adultos mayores muestran descensos precipitados con el tiempo, otras personas “muy mayores” siguen tan lúcidas como siempre.
Biden tiene la misma edad que Harrison Ford, Paul McCartney y Martin Scorsese. También es un poco más joven que Jane Fonda (86) y mucho más joven que el consejero delegado de Berkshire Hathaway, Warren Buffett (93). Todas estas personas se consideran altos líderes de sus profesiones y, sin embargo, no me sorprendería que fueran más olvidadizas y despistadas que cuando eran más jóvenes. En otras palabras, la edad de un individuo no dice nada definitivo sobre su estado cognitivo o hacia dónde se dirigirá en un futuro próximo.
No puedo hablar del estado cognitivo de ninguno de los candidatos presidenciales, pero sí puedo decir que, en lugar de centrarnos en la edad de los candidatos, deberíamos considerar si tienen las capacidades necesarias para hacer su trabajo. La percepción pública del estado cognitivo de una persona suele estar determinada por factores superficiales, como la presencia física, la confianza y la fluidez verbal, pero esos rasgos no son necesariamente relevantes para la capacidad que tiene una persona de tomar decisiones trascendentales sobre el destino de un país. La memoria es relevante, sin duda, pero otras características, como el conocimiento de los hechos relevantes y la regulación de las emociones —ambas relativamente preservadas e incluso susceptibles a mejorar con la edad— quizá tienen igual o mayor importancia.
En última instancia, tenemos que entablar un debate nacional sobre lo que cabe esperar de la salud cognitiva y emocional de nuestros dirigentes.
Y eso debe basarse en la ciencia, no en la política.
©2024 The New York Times Company