ALEPH
Corrupción, migración y vacunación
En electricidad, decir trifásico es hablar de una corriente eléctrica compuesta por tres corrientes alternas iguales, desfasadas entre ellas en un tercio de periodo. Para fines de este artículo, me refiero a los tres grandes factores que en este preciso momento están retratando bien el aparato de un Estado capturado: la corrupción, la migración y la vacunación.
' Conectar este modelo trifásico en el aparato del Estado guatemalteco podría provocar un corto circuito.
Carolina Escobar Sarti
La corrupción floreció a partir de 1954, cuando Carlos Castillo Armas anuló la Constitución de 1945 y se autoadjudicó una completa autoridad ejecutiva y legislativa. Desde entonces ha sido sostenida principalmente por las elites tradicionales que “sofocan el disenso”, como se señala en el libro Disidencia y disciplina, de Alejandra Colom. “El problema aquí es que, como decimos coloquialmente, todo el mundo se casa con el primo del otro, que entonces es compadre del no sé quién, porque entonces el hijo es socio en el negocio de la otra persona y entonces la hija… Es como una maraña… Supongo que es una maraña de la clase alta donde todo el mundo para siendo conocido [o] pariente de alguien. (Participante 6)”, dice uno de los entrevistados anónimos del libro. Maridajes más, maridajes menos, el caso de Giammattei con los rusos y las visitas oficiales y no oficiales de altos funcionarios de su gobierno a Rusia, más el despido del fiscal anticorrupción del MP Juan Francisco Sandoval, que estaba cerca de denunciarlo, y los posteriores apoyos incondicionales de la CC, el OJ y el Congreso al presidente, muestra que la corrupción no está solo en la “clase alta” y que precisa de diferentes niveles de complicidad para enraizarse. De hecho, y hablando de alfombras, Giammattei le ha servido de alfombra a sus financistas y ha levantado desde allí un monumento perfecto a la corrupción. Primera corriente.
Por otra parte, está el problema de la migración. El pasado 18 de agosto, cuatro vuelos procedentes de EE. UU. y la frontera norte de México llegaron a Tapachula. Personas de todas las edades fueron expulsadas bajo el Título 42. Ningún respeto por procedimientos administrativos o de derechos humanos. De allí fueron trasladadas en bus hasta Talismán, abandonadas y obligadas a cruzar el puente fronterizo. Este pacto entre autoridades estadounidenses y mexicanas es claramente violatorio al derecho internacional y no tiene sustento administrativo o jurídico alguno. No ha sido este el único vuelo, y no son únicamente aéreas las expulsiones desde el norte; también las hay terrestres y no son pocas. Hay que resaltar el caso de personas haitianas que contaban con documentos para una estancia regular en México y que, incluso, tenían ya un estatus de refugiadas.
No solo necesitamos que EE. UU. retire la orden Título 42 y determine con México y los demás gobiernos de la región un proceso digno y respetuoso del derecho internacional para que las personas migrantes puedan solicitar en frontera su protección inmediata, sino que precisamos que dejen de correr los estados militares y policiales hacia las fronteras. Más allá de esto, Guatemala sigue expulsando a su gente en grandes cifras, porque no es tierra de oportunidades para nadie. Y si no estamos listos para garantizar los derechos de los connacionales, menos para atender a tantos de otras nacionalidades que ahora deambulan en un limbo fronterizo en lugares como El Ceibo. Segunda corriente.
La vacunación: el Gobierno ha creado una comisión de notables para tal propósito. Pero ya nadie agradece ni se deja engañar con eso, porque “notables” son quienes son leales a este gobierno corrupto, porque las cifras de contagios y muertes que nos presentan no son reales, porque las vacunas por las cuales pagamos nunca llegaron y porque ha habido desorden, negligencia y falta de capacidad para llevar a cabo tremenda tarea. Todo el proceso ha estado plagado de desinformación y corrupción. Tercera corriente. Conectar este modelo trifásico en el aparato del Estado guatemalteco podría provocar, muy pronto, un corto circuito, y este, a su vez, un gran fuego.