IMAGEN ES PERCEPCIÓN

Cuando el vestuario es marketing político

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No solo el lenguaje verbal y los gestos pueden influir en el mensaje que se transmite a una audiencia, incluso la forma en que visten los políticos o los funcionarios públicos puede sugerir mucho respeto a sus valores, inteligencia y tendencias, y esto no es una percepción nueva.

Desde hace 70 años, la ropa era una declaración política más allá del discurso. Se identificaba al líder por la indumentaria que vestía. Por ejemplo, los tenis simbolizaban derechas, pero si se llevaban sucios y gastados, se asumía que era de izquierda. Los jeans eran signo de la izquierda, pero si iba combinado con un blazer daba una connotación de derecha.

La ropa considerada “de izquierda” tiene un legado histórico muy antiguo. Ese uso de colores, tejidos, formas provienen del mundo laboral inglés del siglo XIX, de los dirigentes sindicales. Igual la derecha, expresión del mundo burgués y empresarial, reflejada con el clásico traje. El vestuario siempre ha formado parte del sistema simbólico de la política. La moda es funcional a la representación del poder y su estratificación dentro de la sociedad.

El vestuario de los líderes no solo ha transmitido importantes mensajes políticos, sino también ha influido en las costumbres de épocas enteras. Como la Revolución Francesa, cuando el lujo fue abolido y generó un profundo cambio en la estética del vestuario. La seda, que era la tela más usada, se cambió por el sencillo algodón.

' En los principales momentos de la historia, la ropa fue un punto focal en la representación y afirmación del poder.

Brenda Sanchinelli

En Europa ha habido un sabio uso de la moda como código simbólico, llevado a cabo, sobre todo, por dos mujeres excepcionales, Margaret Thatcher —la dama de hierro—, que casi siempre utilizaba el color del Partido Conservador, vestida con un traje de corte riguroso que se adaptaba al código de vestimenta masculino. Thatcher nunca ha pasado de moda porque estaba “más allá de la moda”, en una dimensión autónoma.

Ángela Merkel, la canciller alemana, siempre viste igual, se ha creado una especie de uniforme que puede mostrarse en todos los colores posibles. Viste en forma austera, como la época que la marcó políticamente.

En el tema de la mascarilla, los políticos han tenido diferentes actitudes; por ejemplo, Nancy Pelosi la convirtió en un accesorio de moda, mientras que Donald Trump se negó a usarla. La elección de este podría leerse como un rechazo a la realidad o un desafío personal al virus.

Indiscutiblemente, la manera como visten los políticos es parte del mensaje que transmiten, por ello es un aspecto que debe manejarse estratégicamente. Esencialmente significa que utilizar el vestuario más adecuado para el líder político individual puede convertirse en una verdadera “arma” para todos aquellos que quieren ganarse la confianza de la gente, buscar una iconicidad; es decir, hacerse reconocible a través de un estilo específico, es una forma de hacerse notar.

El dicho popular “El hábito no hace al monje” quedó en el pasado, sobre todo cuando hablamos de políticos que hacen de su imagen una tarjeta de presentación, un medio para expresar su ideología, tendencias, valores, y coherencia.

Curiosamente, vestirse con propiedad todavía no parece ser una de las prioridades, al menos en términos de imagen, de los políticos guatemaltecos. Aquí usted puede apreciar a un grupo de politiquines mal tallados que nos representan, incluso a nivel internacional, y si el mundo nos juzga por la manera como visten quienes nos representan, es lógico que Guatemala siga siendo a nivel global un insignificante país que muchos creen aún que se encuentra en América del Sur.

El político que representa a una institución debe vestir acorde al puesto que ostenta, por respeto y representatividad.

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