La pandemia del covid-19 ha tomado giros inesperados en los diferentes países, muchos consideran que ya ocurrió un punto de inflexión, al reducirse sensiblemente el número de contagiados a nivel mundial. En muchos países se están relajando las medidas. En Europa, Sudáfrica y Estados Unidos es donde se están dando más aperturas. Durante muchos meses, Europa fue el epicentro mundial de la pandemia; Estados Unidos, el país con más muertos y contagios; y Sudáfrica, lugar donde se identificó la presencia de omicron. Pero es importante considerar que esos países han vacunado a buen porcentaje de su población y han llevado la delantera en inventario de vacunas. También sus sistemas de salud son sólidos y con abundantes recursos. Es triste señalar que las lecciones que está dejando la pandemia no fueron aprendidas, se vuelve al descuido en la limpieza, en la protección personal y a las aglomeraciones en eventos y trabajos.

Sin duda, las vacunas han sido importantes en reducir la gravedad de la enfermedad una vez hemos sido infectados, por eso el virus aún es preocupante en Guatemala, pues el porcentaje de vacunados es bajo, sobre todo en el área rural y en algunos poblados que se resisten a la vacunación. A pesar de la colaboración que ha existido de sectores como el Ejército, las universidades y la iniciativa privada en la vacunación, el Ministerio de Salud ha realizado una mediocre logística de la misma. Las condiciones de compra de las vacunas rusas fueron opacas y ese país incumplió en el calendario de entregas, y proporcionó a última hora dosis en proceso de vencimiento.

Es también obvio que el virus es caprichoso y puede dar aún sorpresas. Michael Ryan, director de emergencias de la OMS, puntualizó que la presión política podría llevar a algunos gobiernos a reabrir demasiado pronto, y “eso resultará en una transmisión innecesaria, enfermedades graves innecesarias y muertes innecesarias”.

En Guatemala estamos prontos a conmemorar la Semana Santa, que el país reviste un carácter especial, al organizar procesiones apoteósicas en las que se dan grandes aglomeraciones de los fieles católicos, y cultos especiales en las iglesias evangélicas. Gran número de familias aprovecha el feriado para veranear y visitar las playas del país, o lugares turísticos. Las medidas de prevención: utilización de mascarillas, distanciamiento social y lavado de manos deben continuar. Pero, sobre todo, es importante que quienes no se han vacunado lo hagan pronto.

Hemos sido testigos de los síntomas moderados en el caso de los vacunados, contra muertes que lamentar o largas hospitalizaciones en los no vacunados. La población debe estar consciente de que, si nos descuidamos a nivel general, estaremos viviendo una siguiente ola de contagios.

Afortunadamente estamos prontos a volver a la normalidad. Pero debemos reflexionar en cuál debe ser ahora esa normalidad, y si no es mejor pensar en un regreso disruptivo: “romper lo establecido y mejorar lo existente”, aprovechar las lecciones aprendidas para ser eficaces y eficientes. La educación, sobre todo universitaria, debe repensarse, porque se demostró que el aprendizaje online es posible, existen herramientas que permiten realizarlo en forma adecuada, software que facilitan la labor y simuladores que pueden emular cualquier laboratorio. Los otros niveles deben también tener una transformación.

El trabajo a distancia, y sobre todo las reuniones virtuales en lugar de físicas, deben potencializarse, pues hay mejor aprovechamiento de recursos. El manejo adecuado de citas para trámites o atenciones puede evitar filas, aglomeraciones, y pueden hacer productivos los servicios. Desde luego, se necesita buen manejo de la logística para evitar situaciones como la de emisión de pasaportes o el trámite de visas americanas, que colapsó por un manejo inadecuado de atención a las personas.