CIVITAS
Cultura política y civismo
Los valores, creencias y sentir ciudadano compartido hacia los políticos, las instituciones y el sistema democrático dice mucho de cuánto se valora o desprecia el régimen político de un país. Por lo tanto, demuestra qué tan dispuestos están los ciudadanos a protegerlo o querer tirarlo al suelo. Estas actitudes, es decir la cultura política, ha sido importante para la construcción de democracias alrededor del mundo. Las democracias, imperfectas como lo son, dependen de que muchos otros factores funcionen y por ello jamás habrá que dejar a un lado el límite que los principios republicanos le ponen a esta. Es ahí donde los ciudadanos juegan un papel trascendental, tanto de participación como también de consciencia cívica para propiciar un desarrollo sostenible para todos. Por eso, la cultura política tiene una incidencia particular en la calidad del sistema político. En Guatemala, ¿existe el terreno favorable para que esta relación resulte en mejores procesos políticos?
Según Dieter Nohlen, un cientista político alemán, existen ciertos elementos de la cultura política que propician un mejor desarrollo del sistema democrático. El primero es la confianza, le siguen los mecanismos para reducir prácticas que promueven lo opuesto —la desconfianza—, también que haya tolerancia y finalmente que la élite política sea capaz de formar compromisos y consensos. Si bien Nohlen sustenta cada uno de estos elementos, es necesario mantener un ojo crítico con algunos de los conceptos que emplea.
Como en el resto de Latinoamérica, la confianza en Guatemala es alta cuando se trata de nuestro círculo cercano de familiares y amistades, pero en política, las cifras no mienten. Por ejemplo, la confianza hacia el Congreso es del 25%, según Lapop. La confianza es tan baja porque no hay reciprocidad; mejor dicho, los diputados no responden a su electorado, las instituciones no garantizan los servicios básicos que deberían y, en general, el sistema pareciera servirse de la población, en vez de servirle a ella. Sin embargo, hay un resquicio de esperanza por las actitudes ciudadanas a favor de resguardar el sistema electoral, la transición de poder y nuestra República de los últimos meses.
No obstante, reducir los mecanismos que generan desconfianza es difícil. Lo más claro es atender la corrupción, que genera hartazgo, pero como menciona el propio Nohlen, “cada oposición denuncia públicamente la corrupción de los que gobiernan, pero cuando a ella le toca gobernar no se comporta de otra manera”. ¡Qué paradoja! Lo hemos visto continuamente y estará por verse con un nuevo gobierno cuya plataforma ha sido precisamente luchar contra la corrupción.
' Parece que la cultura política de Guatemala tiene aún un largo camino por recorrer. ¿Qué debe cambiar?
Christa Walters
Por otro lado está la tolerancia de respetar los valores, opiniones y creencias ajenas. En Guatemala, los niveles de polarización han incrementado a niveles preocupantes.
Finalmente, las élites políticas capaces de compromisos y consensos suponen liderazgo. ¿Hemos tenido algún pacto entre élites en Guatemala recientemente? Por mucho que se invoquen unos Pactos de la Moncloa chapinizados, no han ocurrido.
Parece que la cultura política de Guatemala tiene aún un largo camino por recorrer. ¿Qué debe cambiar? El mismo Nohlen le apuesta a reformas institucionales, pero otros como Gabriel Almond y Sidney Verba se vuelcan por la cultura cívica o promover un fuerte arraigo a atender como ciudadanos nuestros deberes cívicos. Quizá al apostarle al civismo, a que los guatemaltecos creamos profundamente en que nadie puede arrebatarnos la libertad y otros derechos inherentes (como ha pasado en otros países), podamos hacerle frente a cualquier amenaza arbitraria o autoritaria (las cuales abundan).