AL GRANO
De lo que nos estamos perdiendo…
Pienso que una cosa es el tener una persona la sensación de que la situación económica y política generalizada en la sociedad en que vive no está bien y otra, muy diferente, tener una idea clara de cuánto pudieran mejorar las circunstancias de la vida social y económica y cómo. Creo que, en general, el ciudadano medio es consciente de lo primero, pero no tiene claro lo segundo. Las élites intelectuales, políticas y económicas sí que debieran tener una idea precisa y concreta de ambas cosas. En eso estriba, pienso yo, la responsabilidad de pertenecer a un grupo de élite.
' La responsabilidad de las élites es brindar liderazgo y conducción hacia el desarrollo integral, no solo sectorial.
Eduardo Mayora Alvarado
Por supuesto, la adecuada comprensión de estas cosas no se adquiere por ósmosis. Es indispensable contar con datos confiables sobre la mayor cantidad posible de los aspectos que conforman una sociedad compleja y luego analizarlos a través de prismas teóricos que, en general, hayan arrojado los mejores resultados en este inmenso laboratorio que es el mundo.
En ese orden de ideas, la investigación científica respecto de los hechos y fenómenos de todo tipo de que se conforma la realidad de un país es un esfuerzo indispensable. De cuál sea y cómo se integre su población, sus recursos naturales, su capital humano, sus instituciones, etcétera, es decir, de cuál sea el punto de partida, dependen muchas decisiones. Para tomar esas decisiones se requiere de los marcos y procesos institucionales adecuados, de modo que los diversos debates que deben tener lugar a varios niveles (social, ético, político, económico) puedan producirse con fruto y adquirir legitimidad.
Dicho de otra forma, las élites de una sociedad tienen la responsabilidad de liderar y conducir los procesos deliberativos por cuyo medio se arriba a la adopción de decisiones suficientemente fundamentadas y, por consiguiente, susceptibles de conseguir los resultados buscados. Aquí, naturalmente, hablamos de metas de interés general cuyo alcance abarque a la mayoría de la población.
Y es que, como es bien sabido, no es imposible lograr condiciones adecuadas para el desarrollo de determinados sectores económicos o actividades humanas. De hecho, es mucho más fácil conseguir eso que lograr mejorar el bienestar general. El punto, sin embargo, es el siguiente: cuando cada grupo sectorial se enfoca en el marco jurídico, político, financiero, laboral, etcétera, necesario para que su sector se desarrolle y prospere, en lugar de procurar que el conjunto de la sociedad y el Estado se desarrollen y prosperen, la frontera del potencial de ese sector o actividad se limita, se acorta, se precariza.
Así, una empresa de clase mundial, ya fuera comercial, industrial, farmacéutica, financiera, turística, de transporte, etcétera, nunca puede llegar a cuajar y desarrollarse en un ambiente social, político, económico y ético en que la educación para las grandes mayorías sea precaria y de mala calidad, en que los cuidados de la salud sean escasos y de bajo nivel, en que la malnutrición sea un problema endémico, en que no haya acceso a un proceso político transparente, en que no haya acceso a la justicia y la certeza jurídica, en que la seguridad personal básica no esté garantizada por el Estado.
El corolario de todo esto es que nada tiene de malo que uno u otro grupo de interés se enfoque en desarrollos meramente sectoriales, mientras no sea a costa de la edificación de las instituciones y de la adopción de las políticas públicas que propician el bienestar general, el desarrollo de todos.