RINCÓN DE PETUL

Decencia

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Imagine que a su casa entran dos ladrones a la mitad de la noche. ¿Le importaría qué ideología dicen profesar esos sujetos?

Cosa parecida sucede en lo estatal. Solo que para consumar su crimen, los administradores del sistema de corrupción no entran en nocturnidad. Al contrario, usan la más pública de las puertas abiertas: vencer en votaciones nacionales.

Pero no hay engaño. Quienes han usurpado nuestra política son ladrones de la más baja y vil calaña. La clase de gente que nos gobierna es tan indigna, que ya ni alcanza a golpearles el término “corrupto”. Tan trillado y trivializado, que hasta termina sirviendo de eufemismo a la verdadera profundidad de las infamias que cometen.

Al robar erario, son ladrones. Al secuestrar ilusiones y destruir futuros, son villanos. Al morir gente como consecuencia de su avaricia, asesinos son.

¿Cómo, entonces, entender que el pueblo abre la puerta repetidamente a esta clase de truhanes? Estos han recurrido al miedo, a la ideología, frecuentemente ocultándose tras credos que comparte la mayoría. Se ponen máscaras de cristianos. Hablan de Dios y usurpan el nombre de los valores más preciados por su pueblo.

Y pretenden asustar, simulando que vivimos una cruzada contra esos valores tradicionales. Son ridículos. Antagonizan la “amenaza” con penosos bochornos, como declararnos “Capital Pro-vida de Iberoamérica”, cuando el caso es que no existe tal cruzada.

Guatemala no es la Argentina de los pañuelos verdes, donde un feminismo ardiente se tiró a las calles, reclamando el aborto legal. No somos Canadá, el país más amigable para la población LGBTQ+, donde menores han tenido derecho a que sus maestros les llamen con el pronombre de su preferencia, sin que los padres tengan siquiera conocimiento.

' La discusión central de esta elección no gira alrededor de los valores tradicionales.

Pedro Pablo Solares

En Guatemala, apenas, el anhelo es que mujeres no sean violentadas por el solo hecho de serlo y, encima, quedando en impunidad. Un país urgido de garantizar los más básicos derechos a quienes son ajenos a la heterosexualidad hegemónica, para que puedan emanciparse hacia una próxima grada de la inclusión ciudadana. Eso no es ser progresistas; es ser mínimamente íntegros. En términos de valores morales, poco podemos proteger si ocupamos los más bajos índices del respeto al humano.

Hoy estamos ante una elección cuya discusión central no gira alrededor de los valores tradicionales. En cambio, su punto focal es lograr detener el crecimiento del sistema de corrupción instalado.

Con las debilidades que limitan a este pueblo, aún no hay elementos para reflexiones más a fondo, como sucede en los países de vanguardia. Además, francamente, su gazmoña población, poco lo permitiría.

Lo que sí afronta Guatemala es la necesidad de concienciarse como el penoso caso de saqueo y desigualdad, que es donde el robo más vil obstruye el verdadero desarrollo del país y corta las aspiraciones ciudadanas. En esta campaña han dicho que de cada quetzal del presupuesto, los políticos roban 40 centavos. Y eso, tan solo es progresivo.

Hoy que Guatemala vota, se requiere claridad para expulsar a los asaltantes que esquilman las arcas y que matan los futuros. Y para apoyar la opción más alejada de la maquinaria corrupta. Oportunidad, por fin, de colocar decencia en el servicio público. Nada es más importante en este momento.

Imagine que a su gobierno pretendieran meterse malhechores. ¿Qué importancia puede tener la ideología que dicen defender?

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