PLUMA INVITADA

Demasiada Iglesia en el Estado

Durante sus audiencias de confirmación a la Corte Suprema, Amy Coney Barrett trató de tranquilizar a los demócratas que desconfiaban de su papel de “sierva” en un grupo cristiano llamado “People of Praise”.

' Provengo de una familia que respeta los dictados católicos sobre el aborto y respeto las opiniones de mis parientes.

Maureen Dowd

El grupo tiene una jerarquía dominada por los hombres y una visión muy rígida de la sexualidad que refleja las normas de género conservadoras y que rechaza a los hombres y mujeres abiertamente homosexuales. Los hombres, que toman las decisiones del grupo, “dirigen” a sus esposas.

En aquel momento, Barrett dijo que no iba a imponer sus creencias personales al país. “Los jueces no pueden levantarse un día y decir: ‘Tengo una agenda —me gustan las armas, detesto las armas, estoy a favor del aborto, odio el aborto’— y llegar al recinto sintiéndose monarcas reales e imponer su voluntad al mundo”, dijo con un tono amable. “No es la ley de Amy. Es la ley del pueblo estadounidense”, aseveró.

Sin embargo, eso es lo que parece que se avecina. Como una monarca real, impondrá su voluntad al mundo. Será la ley de Amy. Y de Sam. Y de Clarence. Y de Neil. Y de Brett.

Es indignante que cinco o seis personas que ocupan puestos de trabajo vitalicios en los que no hay que rendir cuentas estén a punto de imponer sus opiniones personales al resto del país. Aunque desde luego aportarán la casuística jurídica de su opinión, que no nos quieran ver la cara de tontos: la inminente derogación de la jurisprudencia del caso Roe por parte de la Corte Suprema se deberá a algo más que a la argumentación judicial. Hay cosmovisiones anteriores en juego en este revuelo.

Como católica cuyo padre vivió la época en que los católicos irlandeses “no tenían que presentarse”, me alegra ver que a los católicos les va bien en el mundo. Hay una asombrosa preponderancia de católicos en la Corte Suprema (seis de los nueve jueces y un séptimo, Neil Gorsuch, fue criado como católico y fue a la misma secundaria jesuita para varones en un suburbio de Maryland que Brett Kavanaugh y mis sobrinos, Georgetown Prep).

A mi padre le enfurecía que los candidatos presidenciales católicos Al Smith y JFK tuvieran que defenderse de acusaciones ridículas de que, si llegaban a la Casa Blanca, recibirían órdenes del Papa.

Hay que tener cuidado con esto. Un católico suscribió el fallo de Roe contra Wade y otro formó parte de la mayoría del tribunal que lo confirmó en el caso Planned Parenthood contra Casey. La magistrada Sonia Sotomayor, católica, ha manifestado su apoyo a Roe y puede que el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, católico conservador, esté trabajando para lograr un fallo en el que se hagan concesiones para no acabar con el precedente de Roe.

Sin embargo, esta católica se siente muy inquieta por el hecho de que la doctrina católica pueda estar moldeando (o deformando) la libertad y el futuro de millones de mujeres y de hombres. Hay una corona de fervor religioso en torno al tribunal, un ethos eclesiástico que amenaza con poner todo el país de cabeza.

Provengo de una familia que respeta los dictados católicos sobre el aborto y respeto las opiniones de mis parientes. Pero me cuesta ver cómo la Iglesia intenta controlar la sexualidad de las mujeres después de que un número escandaloso de sus propios sacerdotes abusaron sexualmente de niños y adolescentes durante décadas y fueron enviados a otras parroquias, mientras la Iglesia encubría todo el escándalo. También es difícil ver a la Iglesia enmarcar su posición antiabortista en el contexto del cuidado de las mujeres cuando sigue manteniendo a las mujeres en roles serviles.

La religiosidad es un tema sobre el que algunos católicos de la corte se han mostrado más abiertos en los últimos años.

El año pasado, en el Thomas Aquinas College de California, el magistrado Samuel Alito se lamentó de la creciente hostilidad cultural hacia el cristianismo y el catolicismo. “Hay un movimiento real para suprimir la expresión de todo aquello que se oponga a la ortodoxia secular”, dijo. ¿Qué creencia o práctica de su religión cree que se le ha negado?

El presidente Joe Biden es un católico que se siente incómodo con el tema del aborto a pesar de su apoyo a Roe. Aun así, cuando Barrett era profesora de Derecho en la Universidad de Notre Dame, un grupo al que pertenecía denunció al unísono la decisión de la universidad de honrar a Biden a pesar de que éste no apoyaba la postura de la Iglesia sobre el aborto.

No hay nadie en la esfera pública como Mario Cuomo, que respetó la multiplicidad de valores en una sociedad abierta y tuvo las agallas de meterse en la boca del lobo en Notre Dame en 1984.

“El católico que ocupa un cargo político en una democracia pluralista (electo para servir a judíos y musulmanes, ateos y protestantes, además de a los católicos) tiene una responsabilidad especial”, dijo Cuomo. “Él o ella se compromete a ayudar a crear las condiciones bajo las cuales todos puedan vivir con un máximo de dignidad y con un grado razonable de libertad; donde todos los que elijan puedan tener creencias diferentes a las específicamente católicas, en ocasiones contrarias a ellas; donde las leyes protejan el derecho de la gente a divorciarse, usar anticonceptivos e incluso tomar la decisión de abortar”.

La naturaleza explosiva del borrador de dictamen de Alito en lo que respecta a la jurisprudencia de Roe ha puesto de manifiesto lo radical que es la mayoría del tribunal, dispuesta a hacer encajar a las mujeres en su celosa visión del mundo, una visión que la mayoría de los estadounidenses rechaza. También ha mostrado lo radicales que son los republicanos; después de haber presionado por este resultado durante décadas, porque era una buena arma política, ahora fingen que no es para tanto. Todos tendremos que vivir con los resultados catastróficos de su fanatismo.

 

*c.2022 The New York Times Company

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