MIRAMUNDO

Democracia militante

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Antonio Torres del Moral es un catedrático y constitucionalista español, dentro de su prolija obra publicó un ensayo denominado tal como esta columna es titulada, el cual aparece en la compilación Derecho Constitucional para el Siglo XXI (tomo I).

' Entender las reglas de juego democráticas es clave si pretendemos construir, orden, paz y desarrollo.

Alejandro Balsells Conde

Considero para este momento histórico en el cual los guatemaltecos nos encontramos importante compartir las ideas de quien estudia la relación, siempre difícil, entre constitución y democracia sobre todo cuando, de mala fe pero con éxito, se nos vendió la idea de problemas únicos y de difícil solución con el objeto de crear polarizaciones y fragmentaciones peligrosas para la convivencia social.

Entender las reglas de juego democráticas es clave si pretendemos construir, orden, paz y desarrollo, en caso contrario veremos cómo las nuevas generaciones son condenados, por nuestra acción u omisión, a repetir procesos violentos, excluyentes y de atraso.

El concepto de libertad, dentro del Derecho Constitucional, tiene una consecuencia institucional muy fuerte: sin control del poder, la libertad es imposible. De allí es cómo la búsqueda de mecanismos para racionalizar el ejercicio de la función pública y garantizar los derechos de todos es una preocupación universal y por ello, la ley debe ser fiel expresión de la voluntad política y esta voluntad solo es legítima si es democrática.

Al vivir en democracia siempre existirán resultados electorales insatisfactorios para algunos, de allí es preciso entender cómo la democracia radica en la voluntad mayoritaria pero en el respeto a la expresión minoritaria, partiéndose que la propia alternabilidad en el juego de poder supondrá el relevo de unos por otros conforme cada elección se lleve a cabo, pero para esto es fundamental entender el respeto absoluto a las reglas de alternancia, es decir, a cómo la democracia funciona.

Don Antonio nos señala al referirse al proceso democrático: “No es una democracia la que no cree en los valores y principios de la libertad, de la justicia, de la igualdad, de la dignidad humana, de la responsabilidad de los poderes públicos; la que considera esos elementos indistintos de los que les son realmente auténticos, es decir la que considera igual los valores y los desvalores. Tampoco es democracia la que por una mera coyuntura mayoritaria de la ciudadanía (y/o sus representantes) profesa ciertos valores, pero que otra coyuntura de signo contrario puede volver al revés. Concebida en estos términos, es una democracia bajo sospecha. La democracia debe defenderse de quienes niegan la libertad, la igualdad y la justicia para los demás, y de lo que combaten el pluralismo de los demás en nombre de su propio derecho al pluralismo, lo que, más que una contradicción, es el cinismo elevado a supremo criterio de acción política”.

Los guatemaltecos nacidos bajo la vigencia de esta constitución (de 1986 en adelante) crecieron fuera de las limitaciones legales, conceptuales y sociales de quienes nacimos antes, y esto es porque, con defectos y virtudes, nuestro marco constitucional permite alcances de la democracia electoral dibujándose una nueva historia para un país con un pasado lleno de intolerancia y exclusiones.

Los guatemaltecos debemos procurar y fomentar el verdadero pluralismo político, porque solo sobre su existencia la democracia y la libertad serán viables, sin embargo, sí debemos ser muy cautos porque tras el aparente respeto a las reglas de participación se esconden quienes pretenden imponer regímenes autoritarios y abusivos, los cuales no pueden conjugarse con seres humanos libres.

Milita aquel que “concurre en una cosa, alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto” nos dice el diccionario, así que una democracia para legitimar decisiones y controles de poder requiere el compromiso de todos y ese compromiso es el respeto a las reglas de juego.

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