Pluma invitada
Día del Maestro
En el Día del Maestro, una oda es suficiente para ese espíritu normalista que logra la creatividad y la maravilla de enseñar.
Durante el gobierno de Rafael Carrera y Turcios, Guatemala firma el Concordato de 1852. En este documento entre la Santa Sede y el Gobierno de Guatemala, la educación queda en manos de órdenes religiosas, que circunscriben la enseñanza a un niño por cada tres aldeas de la población de Guatemala. Esta disposición provoca que uno de los pueblos más cultos de la colonia española que tuvo colegios mayores y menores de gran importancia se hunda en un analfabetismo que favoreció el mercantilismo.
Bendiciones a cada maestro, en cualquier lugar de nuestra patria.
Con la Revolución del 30 de junio de 1871 se establecieron escuelas normales, escuelas técnicas de comercio, las escuelas de artes y oficios femeniles, escuelas industriales, escuelas agrícolas, artes y oficios para varones, granjas escolares, escuelas para niños con habilidades especiales, escuela de bellas artes, escuelas militares.
La leyenda que reza el billete de cinco quetzales fundamenta que el primer presidente electo de Guatemala, el general Justo Rufino Barrios, estableció la enseñanza laica gratuita y obligatoria. La Revolución del 20 de Octubre de 1944 devolvió, por el decreto 12, autonomía a la Universidad de San Carlos de Guatemala, cuyo artículo 77 admite que la libertad de cátedra incluye: libertad de criterio, excelencia académica y ética profesional.
Con el tiempo, durante el gobierno de Enrique Peralta Azurdia, se fundó el Consejo de Enseñanza Privada Superior y el aparecimiento de nuevas opciones de educación superior. Las enseñanzas, como lo diría Alfred North Whitehead, no son asignaturas, sino comprensión de la realidad. De ahí que el profesor alcance en la comunidad un nivel de guía para que el país con la mayor multidiversidad del planeta pueda aprovechar en medio de sombras y luces las maravillas naturales y la acción humana sobre ellas.
En el Día del Maestro, una oda es suficiente para ese espíritu normalista que logra la creatividad y la maravilla de enseñar. Las inteligencias extensivas procuran aprovechar ese caudal de conocimiento, que son educación, si se aprovechan en la relación maestro-alumno en el deseo de transformar la sociedad.
Hoy quiero reconocer el trabajo de la educación guatemalteca que mantiene la expectativa del desarrollo intelectual individual como el gran aporte de Edward Hirst, director de uno de los proyectos más ambiciosos de la humanidad: el proyecto Juno, que pretende la vida humana más allá de las fronteras del mismo planeta. O de proyectos colectivos que identifican toda una cultura milenaria, unida a ambiciosas comprensiones de la realidad plasmadas en esa riqueza cultural e intangible del guatemalteco.
Bendiciones a cada maestro, en cualquier lugar de nuestra patria, que procura ese bienestar, esa fuerza que permite en medio de circunstancias adversas ser motor de bienestar general. Esos mentores que no agitan al pueblo, sino que le dan un apoyo para mejorar.
¡Feliz Día del Maestro!