IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Dos mujeres, un camino
Son las cuatro de la madrugada y con el canto del gallo se levanta Clarita, muy cansada porque su vida corre rápido. Trabaja de sol a sol vendiendo periódicos en una concurrida esquina de la ciudad de Guatemala. Ella es madre soltera y sus niños dependen de su trabajo honrado para sobrevivir. Con esfuerzo los tiene a los tres en la escuela. Aunque muy pobres, a esos pequeñitos no les falta nada.
' Hoy no puedo dejar de hablar de la violencia ejercida contra mujeres y niñas, menospreciadas por el solo hecho de pertenecer al género femenino.
Brenda Sanchinelli
Apuradamente preparará el desayuno y almuerzo que dejará listo para los niños. Ella hace milagros para que en su humilde mesa no falten tortillas, frijoles y un vaso de leche. Levanta a los chiquillos, los asea como puede porque en su humilde vivienda no hay agua, pero —eso sí— los niños van limpios y con su ropa nítida. Desayunan juntos, ella los llena de amor y atenciones, se da prisa y los deja en la escuela. Con un beso y un fuerte abrazo se despide y se encamina a vender sus periódicos.
Al otro lado de la urbe, en una gran mansión, tocan cuidadosamente la puerta de la habitación de doña Ana Lucía. La empleada le avisa: ¡señora, ya es la hora, su cita en el espá es a las ocho! —Con voz ronca le indica a la empleada: Apúrate con mi desayuno, ya es tarde. Mi tratamiento para adelgazar no puede esperar. Se da una ducha rápida y sale con su elegante bata de baño… Le pregunta a su empleada: ¿llevaste al niño al bus? Sí, señora —contesta tímidamente Rosita, su fiel empleada doméstica.
¡Desayuna de todo! cereal dietético, frutas, panecillos y té inglés importado. Se viste apresuradamente con un fino pants, sin siquiera una sonrisa en su rostro ni dar las gracias por las atenciones a la fiel Rosita. Aborda su lujoso vehículo, poniéndose unos enormes lentes Chanel que cubren casi todo su rostro.
Empieza el estrés del tráfico para la gran dama, saca su sofisticado teléfono para llamar a su mejor amiga y contarle que su vida es un desastre, que no logra bajar las 30 libras que tiene de más, ¡qué horror —dice—, de seguir así tendré que hacerme la lipo! Mientras habla con su amiga, esta le comenta que en sociales apareció una amiga en común que ambas detestan. No puede ser, ahorita compro la prensa —dice, abre la ventana del coche y llama a Clarita, que vende afanosamente sus diarios y corre a atenderle. De pronto, de la nada, aparecen dos hombres armados que se acercan al auto para robar. Ana Lucía empieza a gritar histéricamente; Clarita calla. Los tipos se ponen nerviosos y empiezan a disparar. ¡Matan a las dos! Allí yacen dos mujeres ensangrentadas, dos vidas muy diferentes por dentro y por fuera, pero al final con un solo camino, con el mismo riesgo y peligros, pero en igualdad de condiciones a la hora de morir.
No importa si se es rica o pobre, buena o mala, analfabeta o con título universitario. En este país, sobrevivir y estar a salvo es un reto para todas las mujeres. Sin importar la edad, cada vez el género femenino es más vulnerable a la violencia y a la discriminación, situación generada no solo por extraños, sino muchas veces por familiares o amigos cercanos.
Exaltar a la mujer en su día y no hablar sobre la violencia de género es imposible. Desde hace algún tiempo es cada vez más el foco de debate público. Y la razón es fácil de señalar. Incluso en una época que profesa ser civilizada como la nuestra, este fenómeno está alcanzando dimensiones definidas como bárbaras. La modernidad ha llegado en casi todo: tecnología, transporte, comunicaciones, ciencia, pero las relaciones más civilizadas entre los sexos todavía parecen ser un logro lejano.
Guatemala es uno de los países con mayor índice de femicidios a nivel mundial. Las cifras alcanzan niveles exorbitantes de crimen sin castigo. ¡Basta ya!