CIVITAS

El arte de hacer comunidad

La política es desagradable, es de lo más sucio que existe. Esta frase la he escuchado una infinidad de veces y siempre me pregunto, ¿será la política tan asquerosa o son las personas que hacen política que la han manchado?

' ¿Por qué hacer política ya no significa lo mismo? Puede ser que concebirla como un medio tenga algo que ver en ese proceso de desvirtuación.

Christa Walters

En la Antigüedad, la política no era vista como simplemente el arte de gobernar. Era vinculada a la naturaleza del hombre y al florecer de la comunidad. Según el filósofo humanista del Siglo XIII, Brunetto Latini, “la política tiene primacía entre todas las formas de conocimiento (artes)… es la ciencia más alta y la actividad más elevada de los hombres”. ¡Qué inspirador! Sin embargo, ahora cuando pensamos en política, imaginamos lo peor y más sucio pues ha existido una tergiversación de lo que significa por las actuaciones retorcidas del hombre. Por lo general, quien hace política es identificado con actitudes egoístas, desleales y en muchas ocasiones corruptas. Lastimosamente, se ha desvirtuado lo que realmente significa hacer política.

Para entender la manipulación en la que ha caído este término es necesario primero regresar a los orígenes de este. La palabra «política» proviene del griego «pólis», que significa ciudad. En la Antigua Grecia los asuntos ciudadanos se trataban a nivel de las polis que eran sus comunidades. Por lo tanto, cuando hablamos de hacer política en realidad estamos refiriéndonos a una labor muy noble, desinteresada y más grande que nosotros. Hacer política es hacer comunidad.

¿Por qué hacer política ya no significa lo mismo? Puede ser que concebirla como un medio, en vez de un fin, tenga algo que ver en ese proceso de desvirtuación. Tomando nuestro país de referencia, es fácil identificar cómo la política se ha convertido en un medio para que diversos individuos acumulen influencia, dinero y poder. Estamos acostumbrados a escuchar de casos de corrupción, prácticas comunes para aprovecharse del sistema o de cómo algunas personas abusan de su autoridad. La política no tiene un valor intrínseco para ellos, esta tiene un valor provisional, transitorio para alcanzar sus intereses particulares.

Es con esto que nos damos cuenta de que la estabilidad de las democracias modernas no solo depende de sus instituciones básicas, sino también de las actitudes y cualidades de los individuos que las dirigen. Quizá reivindicar cierto grado de virtud cívica sea necesario.

Según datos de Latinobarómetro, alrededor del 48% de los guatemaltecos no están interesados en la política, por lo que tenemos una enorme tarea por delante para cultivar y potenciar el civismo entre nuestra población. Esto a través de la educación, las asociaciones civiles, los espacios públicos, los partidos políticos y más. Tomará mucho tiempo puesto que es imposible pedirle a alguien que no puede cubrir sus necesidades básicas que se interese por los asuntos políticos del país. Hay un largo camino por delante. No obstante, llegar a mejores condiciones socioeconómicas para la mayoría va a requerir que quienes tienen la posibilidad de hacer política, hacer comunidad, lo hagan desinteresada y conscientemente. De aquí la importancia y el impacto que tiene la política en la vida de todos.

Recordemos que la política no tiene porqué ser algo sucio, puede ser una labor honrosa y digna para servir a nuestra comunidad. A pesar de que haya individuos que han desvirtuado esta actividad, debemos de aferrarnos a un mínimo de esperanza de que puede regresar a lo que significaba antes. Por lo tanto, el arte de la política no es avanzar intereses personales o acaparar poder, es el arte de hacer comunidad.

ESCRITO POR:

Christa Walters

Politóloga egresada de la Universidad Francisco Marroquín. Presidenta Ejecutiva del Movimiento Cívico Nacional, una asociación civil que promueve la consolidación de una verdadera República en Guatemala.