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El destino vs. la voluntad

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¿Es usted de los que atribuyen sus éxitos a la suerte? O, por el contrario, ¿alardea de que los méritos que obtiene se deben solo a usted mismo? Entonces, ¿quién tiene el control de nuestra vida, el destino (que para quienes somos creyentes es la decisión de Dios) o nuestra propia voluntad? Esta reflexión que ha inquietado al hombre desde el principio de su existencia es la historia de una lucha eterna. Porque si hay un diseño superior, no somos libres. Destino que, por tanto, desaparecería tras la sombra de nuestra capacidad de determinar los acontecimientos. Un callejón sin salida.

Ante un evento cualquiera, desde una catástrofe hasta el resultado de una entrevista de trabajo, las personas pueden asumir dos actitudes: creer que el resultado de lo sucedido se debe a circunstancias “externas” (suerte o casualidad) o atribuirse a sí mismas los méritos. Definamos el concepto destino como “la fuerza sobrenatural que actúa sobre los seres humanos y los sucesos que estos enfrentan a lo largo de su vida. Este sería una sucesión inevitable de acontecimientos de la que ninguna persona puede escapar”. La voluntad, en cambio, “es la intención o el deseo de hacer algo con esfuerzo, coraje y determinación”.

“Quién sabe lo que me depara el destino”, una frase con la que muchas personas expresan sus dudas, o esperanzas, sobre lo que sucederá en el futuro. Pero que también implica que lo que sucede no depende exclusivamente de nosotros. Y es allí donde entra el poder de un ser supremo, el poder de Dios. Él eligió el país donde nacimos, nuestros padres, aspecto físico, habilidades, etcétera. Ninguna de estas circunstancias las puede elegir el ser humano. Ni siquiera nuestro nombre pudimos elegir.

En este punto entra el destino, el cual, no está en nuestras manos cambiar. Hay fuerzas externas, eventos que delimitan la vida de cada uno, definen lo que alguien será o hará en el futuro. Tales fuerzas pueden ser una expresión de la razón universal, la creación, el diseño y la voluntad de un Dios todopoderoso.

' La pregunta eterna es, ¿somos arquitectos de nuestro propio destino o esclavos de fuerzas que no controlamos?

Brenda Sanchinelli

Pero donde convergen el destino (que es la voluntad de Dios) con la voluntad del hombre es cuando el ser humano ejerce su propio libre albedrío (que es el poder de pensar, elegir y actuar por sí mismo), y su propia fuerza interior, para tomar sus decisiones, independientemente de las circunstancias externas que le haya tocado vivir.

Pero, entonces, si Dios conoce el destino de cada hombre, ¿es correcto hablar de libertad? Por supuesto que sí, porque el libre albedrío es la condición del pensamiento en virtud de la cual cada individuo puede determinar en absoluta autonomía el propósito de sus acciones. Ninguna fuerza externa entrando en juego, ninguna entidad superior sosteniendo los hilos del destino. Cada aspecto de las acciones y el pensamiento de un hombre se reduce a un acto de voluntad.

Un ejemplo clásico son dos personas que nacieron en circunstancias de pobreza extrema. Al crecer, uno de ellos decide ser pandillero, asesinar y robar, mientras el otro trabaja y estudia al mismo tiempo, pone un negocio y prospera exponencialmente. Gracias a la voluntad, pase lo que pase en el mundo, el individuo es dueño de su propia elección.

Este 2023 seguramente será el año más difícil para la humanidad, y todos tendremos que cumplir con un destino, que ya está trazado para el mundo por Dios. Sin embargo, las decisiones que cada quien tome podrán significar su salvación eterna o un triste final. No hablo únicamente del aspecto físico o material, sino de buscar que ese destino divino, que no podemos modificar, converja con nuestra propia voluntad humana para encontrar la redención, a través de nuestro Señor Jesucristo. ¡Feliz 2023!

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