LA BUENA NOTICIA

El Mesías derrotado victorioso

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Los cristianos creemos en un oxímoron: tenemos por salvador a un hombre humanamente derrotado; ponemos la esperanza en uno condenado a muerte. Entre los improperios que algunos lanzaban contra Jesús crucificado, dos son especialmente crudos: “A otros salvó, y a sí mismo no puede salvarse. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él”. Hay testimonios de las burlas que sufrieron las primeras generaciones de cristianos por proclamar como su salvador y su Dios a un hombre ejecutado en una cruz. La reivindicación de la identidad de Jesús como el Mesías de Israel y su pasión y muerte en cruz son dos cosas en principio incompatibles.

' Jesús vino a dar respuesta a los dos únicos problemas que los humanos no podemos resolver.

Mario Alberto Molina

El relato de la vida de Jesús en los evangelios da testimonio de los esfuerzos del Maestro por preparar a sus discípulos para el desenlace de su vida. En un pasaje central, Jesús interroga a sus discípulos acerca de su identidad. Pedro responde que es el Mesías de Dios. Jesús aprueba la respuesta. Pero enseguida explica que él debe comparecer ante las autoridades religiosas, que ellos lo condenarán a muerte, que deberá sufrir numerosos ultrajes, pero que al final resucitará. Esta instrucción se repite al menos tres veces a lo largo del relato de la vida de Jesús. Y el evangelista declara que en todos los casos los acompañantes de Jesús permanecen estupefactos, sin comprender. La primera vez hasta intentan que cambie su rumbo de vida para evitar ese final. Las corrientes mesiánicas dentro del judaísmo por lo general esperaban un Mesías victorioso, triunfador, vengador de las humillaciones sufridas por los judíos. No cabía en la cabeza de nadie que alguien pudiera reivindicar para sí el título de Mesías y al mismo tiempo anunciar su derrota ante los poderes de este mundo.

Por eso, la crucifixión del Mesías es el escándalo en el centro del cristianismo. La superación de ese escándalo fue posible solo por el testimonio de su resurrección. Uno hasta puede argumentar que la resurrección de Jesús debió ser real y convincente, pues solo un portento de esa magnitud podría dar razones para sostener que después de todo el Mesías debía ser derrotado a los ojos del mundo para vencer en sí mismo la muerte por el poder de Dios. Por eso, la resurrección obligó a buscar el modo de entender la muerte del Mesías Jesús. Y no tenían más referencias que la misma Biblia judía. Encontraron que los salmos con frecuencia son la voz del justo e inocente sometido a la prueba y perseguido a muerte. El hombre intachable y santo suscita con su estilo de vida animadversión de parte de los poderosos del mundo. Por eso, no era tan descabellado pensar que el Mesías, el más justo e inocente, fuera perseguido y ejecutado. También encontraron en el pasaje de Isaías 53 el testimonio acerca de un siervo de Dios, que sin haber cometido ningún crimen es ejecutado, y cuya muerte sirve de expiación de la culpa de su pueblo; su muerte trae perdón y vida. Todavía hoy no se conoce ninguna figura contemporánea del autor del pasaje de quien se pueda pensar que era el sujeto del que habla el texto. La victoria del Mesías no fue la que se imaginaban las diversas corrientes mesiánicas dentro del judaísmo. Su victoria no fue política, sino antropológica. El Mesías Jesús vino a dar respuesta a los dos únicos problemas que los humanos no podemos resolver: venció en sí mismo la muerte inexorable que socava el sentido de toda vida y abrió para sí y sus seguidores la posibilidad de la vida más allá de la muerte y reveló el amor de Dios que perdona al hombre que ha fallado en el uso de su libertad, para que pueda regenerarse y vivir su vida con sentido y alcanzar la plenitud. Esta es la victoria del Mesías.

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