PLUMA INVITADA

El nuevo valor de las cosas

ARLENE RAMIREZ URESTI

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En 2019, la economista Mariana Mazzucato ponía sobre la mesa un nuevo debate respecto a las nuevas formas de producción, las nuevas formas de riqueza y las nuevas formas de dominación comercial. Sin tener aún en el panorama global la pandemia de los últimos dos años, al menos se tenía claro que el mundo había redibujado el concepto de valor, de capitalismo y el impacto que la era digital tenía en las nuevas formas de consumo.

' Ahí es donde asalta la pregunta ¿a qué le damos más valor? Al video que muestra la transacción de una vida o a la vida misma.

Arlene Ramírez Uresti

Navegando por las redes sociales, recientemente vi un video por demás escalofriante, se grababa la venta de una pequeña niña afgana, de tan sólo 9 años y la transacción completa entre su padre y su comprador de 55 años se posteaba para “mostrarle al mundo el horror” de semejante acontecimiento. No cabe duda de que el impacto visual de un tema tan desgarrador es tremendo, y no sólo por ser Afganistán; lo mismo hemos sentido cuando se justifica desde la tribuna oficialista los mal llamados usos y costumbres bajo los que se solapa la atrocidad que viven cientos de niñas en nuestro país.

Ahí es donde asalta la pregunta ¿a qué le damos más valor? Al video que muestra la transacción de una vida o a la vida misma. Cuántos me gusta o cuántos compartidos harán que la situación en términos humanitarios cambie radicalmente y logre la erradicación de prácticas ancestrales, antihumanas y que eliminan la dignidad de las niñas y adolescentes repitiendo ciclos de violencia, desigualdad y la cosificación interminable de la mujer.

Mientras los gobiernos sigan justificando esta práctica, disfrazándola y validándola, la vida, el bienestar y el futuro de las niñas de todo el mundo seguirá amenazado. Estima UNICEF que, de no alcanzar consenso global respecto a la eliminación de esta práctica, para el 2030, 120 millones de niñas se habrán casado antes de cumplir los 18 años. 

La sociedad civil debe revalorar su participación y deberá reaccionar más allá de las redes sociales para lograr eliminar las desigualdades de género que además de arrastrar a las niñas a un ciclo de violencia interminable, las aleja de oportunidades educativas, de prácticas de bienestar físico y mental y las convierte en blancos fáciles de otras prácticas sociales nocivas.

La pandemia ha acelerado la desigualdad en países en vías de desarrollo, ha limitado el acceso a oportunidades y al ejercicio de derechos como el de la salud, pues en el caso de países como México, a los infantes, enfermos o no, se les ha restringido deliberadamente el acceso a la salud como derecho humano.

El nuevo valor de las cosas debe centrarse no en el consumo de contenidos, sino en la proactividad y en el ejercicio responsable de una ciudadanía digital que genere un cambio. Mirar con nuevos ojos los fenómenos globales implica ser conscientes de que nada sirve ver a la pequeña Pawana salir llorando del paupérrimo seno familiar para emprender la peor de las aventuras de su vida, si no logramos comprender que alrededor del mundo hay 650 millones de Pawanas, que para su supervivencia y la de su familia sacrifican sus sueños, sus ilusiones, su potencial, su individualidad y su propia integridad.

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