NOTA BENE
El orden y desorden social
A veces imaginamos que los políticos y empresarios se comportarían éticamente si sólo permanecieran en sus respectivos carriles sin cruzar sus caminos: los políticos garantizando nuestra seguridad y derechos básicos, y los empresarios produciendo bienestar material. Es una expectativa poco realista, porque las mismas personas pueblan ambas esferas de la sociedad. Ese fue el mensaje del economista estadounidense Dr. Richard E. Wagner, quien el sábado pasado recibió el doctorado honoris causa de parte de la Universidad Francisco Marroquín.
' ¿Qué es la economía política enredada?
Carroll Ríos de Rodríguez
Durante el siglo XX, descuidamos la exploración de la sociedad compleja, porque se distanciaron metodológicamente la ciencia económica y la ciencia política. Algunos economistas se centraron en cuestiones como la agregación, fórmulas matemáticas, equilibrios perfectos y un racionalismo extremo. Algunos politólogos plantearon la posibilidad de hacer una ingeniería social omnisciente desde oficinas jerárquicas y centralizadas.
Ciertas teorías económicas tienden a concebir la sociedad como naturalmente estática, o plácida. Por ejemplo, los economistas del bienestar (welfare economics) suponen que es posible remediar las percibidas fallas de mercado mediante la promulgación de políticas públicas correctivas. Asumen que basta con adicionar su prescripción regulatoria a la enfermedad detectada. No se detienen a pensar que eso que intentan corregir podría no ser una falla. Tampoco admiten la imposibilidad de aislar a los reguladores de la actividad comercial.
A diferencia de estos economistas de bienestar, Wagner sostiene que “la actividad política es actividad comercial, aunque no se organiza a través del sistema legal de propiedad y de contratos privados”. En sociedad, las personas intercambian, y son creativas, y alteran los planes de los demás en formas insospechadas. Tales intercambios pueden ser cooperativos o competitivos. Por otra parte, es prácticamente imposible encontrar ámbitos comerciales que no estén monitoreados o influenciados directamente por normativas gubernamentales. Wagner llama “economía política enredada” a su concepción teórica. Este enfoque económico alterno anticipa un estado social turbulento, no plácido. Cuando chocan dos bolas de billar, cambian de rumbo pero permanecen intactas, en cambio los millares de encuentros entre la política y los mercados, en distintas dimensiones, alteran la materia de las “pelotas”, además de encauzarlas en nuevas direcciones. Los patrones y órdenes sociales que emergen de estos encuentros pueden y deben ser la materia de estudio de la economía política.
Este luzazo es consecuencia de la revolución propiciada por el análisis de las decisiones públicas, y Richard E. Wagner es uno de los más prolíficos y originales pensadores asociados con este proyecto investigativo. Durante décadas, colaboró estrechamente con James M. Buchanan, Gordon Tullock y otros. Ellos entendieron que el Gobierno no es un ente individual con cerebro o conciencia. Es un conjunto de procesos puestos en marcha por personas que se relacionan unas con otras dentro de un contexto de reglas. El buen funcionamiento del orden social depende mucho menos de la generosidad o benevolencia de los actores políticos que de la buena construcción del orden constitucional.
Quien contempla la sociedad con lentes “wagnerianos” adopta una actitud humilde y cauta, pues desconfía de su propia capacidad para controlar procesos complejos. Se asombra ante las cosas maravillosas que surgen de las múltiples interacciones entre seres creativos, y tiene fe en que esas personas poseen el conocimiento y las destrezas para sacar adelante proyectos comunes, pero también anticipa errores y hasta horrores.