FUERA DE LA CAJA
“El posicionamiento de la narrativa”
La narrativa es como un eslogan, solo que más extensa. Es una historia de nosotros mismos o de algo cercano que le contamos a los demás una y otra vez, de distintas maneras, que después de un tiempo los demás conocen y creen.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribió Gabriel García Márquez.
La narrativa se escribe y cuenta por placer, pero también es cierto que puede tener un propósito de comunicación estratégica en beneficio de una persona, organización, empresa o marca.
Michael Mahoney, autor de Cognición y modificación de conducta, lo explica muy bien cuando afirma que “ni somos prisioneros de nuestro pasado ni somos libres de elegir cualquier futuro. Sí somos, sin embargo, atentos defensores de aquello que mantenemos cerca de nuestros corazones, nuestra visión de la realidad, el sentido de nosotros mismos, nuestros valores y nuestro sentido de control”.
Las historias que contamos construyen significados y estos le dan sentido a nuestras experiencias. Lidia Luna, en narrativasyotraslunas.com, señala que las narrativas dominantes son resultado de las cosas que no cuestionamos, de los pensamientos y acciones que hemos automatizado, tanto por nuestra experiencia de vida como por lo que los demás nos han contado, al igual que por los mensajes que prevalecen en la sociedad en la que vivimos.
' La historia no la dictan los resultados, sino lo que te cuentan de lo que pasó.
Klara Campos
Jesús Sánchez, periodista de la revista Marca, en ocasión del partido entre Real Madrid y Barcelona por la Super Copa de España, refuerza lo anterior cuando escribe: “el Real Madrid pierde cuando gana y el Barça gana cuando pierde. La historia no la dictan los resultados, sino lo que te cuentan de lo que pasó. Cada uno es libre de creerse sus propias maneras de vivir”.
Luna sostiene que el pensamiento narrativo se fundamenta en imágenes y que funciona por la analogía de las semejanzas. Vamos por el mundo con nuestros propios mapas mentales y a partir de ellos valoramos cuánto se parecen las cosas, las personas y las experiencias, a lo que ya sabemos. De esto se derivan dos consecuencias. Una, el filtrado de información que nos llega según nuestros conocimientos y expectativas previas; y la otra, que toleramos e integramos un nivel determinado del cambio, a partir del cual puede producirse una ruptura en la trama narrativa.
La buena narrativa, entonces, demanda saber confeccionarla, con el contenido y la forma que favorezcan su conexión con la gente, y claro, contarla como se debe. Habiendo llegado a este punto, bien vale la pena preguntarnos ¿Cuál es nuestra narrativa? ¿Qué historias le estamos contando a la gente acerca de la organización que lideramos?
De acuerdo con Luna, para organizar el pensamiento y el discurso en forma de historias podemos echar mano de un sistema de creencias y un mapa de significados para “anticipar lo que creemos que ocurrirá y para dar un sentido a lo que sucede”.
Las organizaciones podrían revisar su historia de vida e identificar las narrativas dominantes. El ejercicio les ayudaría a entender quiénes son y a incorporar su propósito, cultura, intervenciones e impactos, y gracias a él gestionar de mejor manera los cambios, deseados o no, y explorar nuevas oportunidades para consolidar o avanzar en su sostenibilidad.