NOTA BENE
El sandinismo y el cristianismo
¿La revolución sandinista habría triunfado sin la participación de los cristianos? No. Esta pregunta viene al caso por la decisión del dictador Daniel Ortega de expulsar a la orden de los jesuitas de Nicaragua y expropiar todos sus bienes. Mal pagó el comandante a sus antiguos amigos.
' Antes, eran sus amigos.
Carroll Ríos de Rodríguez
El tercerismo fue la estrategia ganadora del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). A diferencia del foquismo recomendado por Fidel Castro y Che Guevara, que consistía en ataques controlados, de “foco”, contra el ejército para luego refugiarse en la Sierra Maestra, el tercerismo busca forjar alianzas de conveniencia con distintos sectores, incluyendo las iglesias. Tras la muerte de uno de sus fundadores, Carlos Fonseca, en 1976, el FSLN se fragmentó por disputas sobre el rumbo a tomar: maoísta, marxista-leninista o tercerista. Dominó la facción tercerista. En octubre de 1977, esta logró reunir al llamado “Grupo de los 12”, conformado por líderes sociales opuestos al gobierno de Anastasio Somoza Debayle (1925-1980). Entre los doce figuraban los sacerdotes Fernando Cardenal (jesuita) y Miguel D’Escoto (Maryknoll). Luego trascendió que los hermanos Cardenal, Fernando y Ernesto eran ya miembros secretos del FSLN. Estos 12 líderes requirieron la participación del FSLN en los procesos políticos y así dotaron de legitimidad al sandinismo.
Nicaragua era entonces un país profundamente cristiano. Se popularizó la consigna “entre cristianismo y revolución no hay contradicción” y algunos creyentes empuñaron las armas. Las comunidades eclesiales de base (Ceb), que nacieron como una nueva forma de “ser Iglesia” después de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam) en Medellín (1968), sirvieron para sembrar una conciencia política en los católicos. Las CEB hacían hincapié en la opción preferencial por los pobres y la justicia social. La teología de la liberación jugó un papel importante en Nicaragua. Dicha teología revistió a la teoría económica de la dependencia en lenguaje religioso; enseñaba que la liberación terrenal del pueblo conlleva el reemplazo de las estructuras capitalistas opresoras y pecaminosas con un paraíso socialista.
Los comités evangélicos de promoción agraria (Cepa) también contribuyeron a esta alianza con los sandinistas. Los jesuitas impulsaron los Cepa desde 1969 para motivar a los campesinos a organizarse y participar en actividades políticas. Michael Dodson (Nicaragua: the struggle for the Church, 1986) describe cómo los Cepa radicalizaron y politizaron a sus partícipes.
El comandante Tomás Borge, ateo y marxista pro-soviético, admitió que sin los cristianos no habrían completado la revolución sandinista. Una vez tomaron el poder, nombraron ministro de cultura a Ernesto Cardenal, director de la alfabetización a su hermano Fernando y ministro de relaciones exteriores a D’Escoto. Una primera muestra de posibles fricciones entre la iglesia y el Estado se produjo durante la visita de San Juan Pablo II a Nicaragua en 1983. El pontífice regañó públicamente a Ernesto Cardenal por aceptar un cargo público en desafío del Derecho Canónico, y turbas sandinistas intentaron boicotear la misa.
Increíblemente, Daniel Ortega se autoidentifica como católico, aunque ha ordenado por lo menos 529 ataques a miembros de la Iglesia desde el 2018. Quienes acaparan el poder político, tarde o temprano dan el zarpazo contra cualquiera que manifieste un espíritu crítico y no servil. La comunidad internacional debe exigir al dictador Ortega que respete la libertad de religión y los bienes en posesión de las iglesias en Nicaragua, así como la liberación inmediata del obispo Rolando Álvarez.