IDEAS

El tiempo, el poder y la corrupción

Todos los plazos se vencen. Pasó la primera vuelta, con sus sorpresas. Así pasó también la segunda vuelta, con menos sobresaltos. Ahora nos espera el largo camino de la transición —que las modificaciones a la Lepp alargaron—, casi cinco meses que se pintan que serán un subibaja de emociones y pasiones desbordadas. En esta ocasión, las pasiones políticas no concluyeron con la segunda vuelta. Permanecerán, no solo durante el período de transición, sino más allá.

' Así como el Anillo Único era capaz de cambiar a cualquiera, así el poder tiene esa fascinación sobre las personas.

Jorge Jacobs

Con lo que va de la semana podemos prever que las próximas semanas y meses serán agitados. La nueva administración tratando de armar sus equipos para gobernar. Ese es un proceso delicado y por demás complicado. Pareciera que no, pero desde el momento de la victoria empiezan a surgir las rivalidades, las envidias, las ambiciones, las zancadillas, los empujones. Pocos se quieren quedar fuera del “poder”. Y eso, créame, es capaz de sacar las más bajas pasiones en muchísima más gente de la que uno creería. Así ha sido siempre. Lo he visto. Y así será siempre. No veo por qué esta ocasión podría ser diferente.

Así como el Anillo Único era capaz de cambiar a cualquiera, desde Sauron hasta Gollum, así el poder tiene esa fascinación sobre las personas. Tolkien no hizo más que novelizar la naturaleza humana. Cincuenta años antes, Lord Acton escribió la frase que lo inmortalizaría: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y eso es lo que empezaremos a ver alrededor del “poder”.

Por si los conflictos internos no fueran pocos, al presidente electo, Bernardo Arévalo, le tocará enfrentar también las estocadas externas, como también ya hemos podido ver esta semana. El MP no cesará en su intento de evitar que tome posesión del cargo. A ello hay que añadir las supuestas amenazas de muerte en su contra.

Y si Arévalo logra vencer todos estos obstáculos. También se cumplirá el plazo de su llegada a la presidencia. Pero ese no será el final del camino, apenas es el principio de la siguiente etapa: gobernar. Lo cual, si alguien quiere hacerlo bien, es infinitamente más complicado que el proceso de transición, y todavía más de lo que uno se imagina desde afuera. Especialmente si la visión es —como parece ser la de Arévalo— ampliar el tamaño del gobierno.

Como he dicho incontables veces, una cosa es perseguir a los corruptos, y otra muy distinta, perseguir a la corrupción. El problema no son tanto las personas como el sistema. A los corruptos los pueden hasta meter a la cárcel, pero, mientras no se cambie el sistema, rápidamente serán reemplazados por otros corruptos iguales o peores. Es como con los narcotraficantes. La DEA se vanagloria cada vez que agarran a un capo, pero a los 5 minutos alguien más —quizá más sanguinario o más inteligente— ya ocupa su lugar y el sistema continúa funcionando. Es el “mecanismo” el problema, como muy bien lo pintaron en una serie brasileña, aunque el protagonista solo logró descubrir el problema, pero no tenía los alcances para entender la solución.

Entonces, cuando se enfrente a la realidad, Arévalo se dará cuenta que, si realmente quiere cumplir la promesa por la que la gente mayoritariamente lo escogió, deberá, no solo cambiar el sistema, sino también a muchísima de la gente que ya está enquistada en los puestos donde el sueldo no es más que propina comparado con lo que obtiene comprando rollos de papel sanitario de a Q200 cada uno. Y allí encontrará que le será casi imposible sacar siquiera a uno, no digamos a los cientos o miles que descubrirá que forman parte del “mecanismo”.

Realmente deseo que Arévalo tenga éxito en, por lo menos, combatir la corrupción. Pero espero que tenga claro cómo romper el mecanismo. Si no, el mecanismo lo romperá a él.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: