ALEPH

Elecciones de la vergüenza o ¿por quién se vota en un narcoestado?

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En estas elecciones, a excepción de los patrones y afiliados de los partidos políticos en contienda, la mayoría ciudadana transita entre la indignación, el hartazgo, la confusión, la desesperanza, el clientelismo y/o la desinformación. Esta no es una fiesta cívica, definitivamente. La última novedad es que el fraude que ya se consumó tiene el apoyo de 16 partidos y de un Tribunal Supremo Electoral (TSE) evidentemente corruptos, que no quieren que los nombres de los representantes salgan en las papeletas. Saben que la ciudadanía ya sabe quién es quién.

' Este sombrío presente no acabará de pasar nunca si no votamos por gente decente, honorable, digna y capaz.

Carolina Escobar Sarti

Las elecciones 2023 están siendo las de la vergüenza. Vemos que el fraude se planificó y se está llevando a cabo, como en ocasiones anteriores, pero más orgánica y descaradamente; vemos que los partidos siguen siendo plataformas de negocios, como en ocasiones anteriores, pero ahora el capital tradicional tiene fuerte competencia del capital narco en el financiamiento e incluso vemos algunos alegres matrimonios entre ambos; vemos caras conocidas de candidatos a los diferentes cargos, asociadas a hechos de corrupción, ilegalidad y violencia estructural, como en ocasiones anteriores, pero no quieren que veamos sus nombres; y vemos cómo se negocia la impunidad entre el gobierno pasado, el actual y los posibles gobiernos futuros.

Dos cosas están siendo un poco distintas: 1) la cooptación total de la institucionalidad del Estado, específicamente del TSE, sin dejar espacio a los pesos y contrapesos que cualquier democracia pide en un momento como este; y 2) una mayor cantidad de narcocandidatos o sus operadores, aspirando a conseguir huesos muy grandes; incluso candidatos que han sido extraditados o señalados internacionalmente, por hechos relacionados con la narcoactividad y la corrupción. Preocupa todo lo anterior, pero sobre todo que se pierda de vista el tamaño del capital narco y su influencia en nuestro futuro.

Nada en política es de surgimiento espontáneo. Nos conviene recordar lo que sucesivos gobiernos, le han hecho a Guatemala. Es como aquel jueguito de los dedos de la mano que uno hace con los más pequeños: “este se encontró un huevito, este se lo robó, este lo cocinó, este le echó sal y este pícaro, sinvergüenza, se lo comió”. De un gobierno que adelgazó a su mínima expresión la institucionalidad del Estado pero que mamó del mismo para engrosar fortunas hace un cuarto de siglo pasamos a otro que introdujo a los narcos a las estructuras del Estado y, así, sucesivamente, hasta llegar a un presidente y una vicepresidenta encarcelados por corrupción, a un payaso que nos devolvió a 1980 y se buscó inmunidad en el Parlacén, y a un incapaz que permitió el secuestro total del Estado para la corrupción y la violencia.

“La memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda. La memoria es un presente que nunca acaba de pasar”, dijo Octavio Paz. Y este sombrío presente no acabará de pasar nunca si no votamos por gente decente, honorable, digna y capaz, que ponga en el centro a Guatemala y no a los intereses de unos pocos. Si va a votar, vote por los buenos. Sabemos que hay candidatos más íntegros que otros. No se vota por las caras “conocidas” si estas corresponden a personas corruptas, vividoras del Estado, ladronas o narcos; no se vota para comprar impunidad o por la “obligación” de votar, aunque ya sepamos a quién nos quieren sentar en la silla presidencial; tampoco porque nos obligan los patrones.

Votar es un mecanismo democrático, un acto político y emocional, pero, sobre todo, una decisión de cara al futuro. La persona que vota es cómplice: puede ser íntegra o corrupta, puede elegir de manera informada o solo defender intereses, puede decidir si hacerle o no el juego al sistema; puede votar por un buen candidato, aunque sepa que no quedará, o votar por el que mantendrá la corrupción. Si va a votar, hágalo por Guatemala. Como sea, no deje de sentir la vergüenza ajena y el olor a podredumbre que están dejando estas elecciones.

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