CON OTRA MIRADA

Entonces, ¿lo nuevo o lo viejo?

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De mi plática con Evaristo la semana pasada, recibí positivos comentarios, echando flores a mi amigo por su perspicaz análisis de la actual situación política. Más de uno me sorprendió con dudas cuyo sentido usé para titular este artículo, cambiando el orden y género de uno de los sujetos. Como el lector recordará el diálogo en la Plaza Mayor, concluyó con la evaluación de las opciones A y B para la elección de presidente y vicepresidente el próximo 20Ag2023.

' El pueblo dejó claro que Guatemala es un país, no una finca; que elegirá presidente, no capataz.

José María Magaña

La vieja política dominante en Guatemala está plagada de vicios. Sin ir muy lejos en nuestra historia, en 2024 se cumplirán 70 años del derrocamiento del segundo gobierno de la Primavera Democrática (1944-54) propiciado por EE. UU. en apoyo a la “frutera”, por intermedio de la CIA y el vulgar aval de la Organización de Estados Americanos (OEA), que traicionó los principios con que fue creada en 1948 y favoreció a la oligarquía de mi país. Entre tantos vicios está la aparición de una subespecie dentro del género político que pocos reconocen: los “candidatos” cuya misión es medrar de esa calidad, a diferencia de políticos, líderes surgidos de movimientos revolucionarios, estudiantiles, obreros o gremiales con formación cívica, social y académica, que luchan por alcanzar los más altos cargos públicos en su afán por gobernar en beneficio de la mayoría.

Nuestra historia está plagada de militares al mando, simplemente porque han tenido el poder de las armas para alcanzarlo; sus resultados, buenos o malos, no son objeto de este artículo. Sí es, hacer énfasis en que las desigualdades abismales que permitieron y siguen propiciando el atraso del país, en manos de quienes consolidaron el concepto de finca a partir del 54, junto al crecimiento de la corrupción gubernamental de los años 60’s del siglo pasado, sigue incólume. Circunstancia que provocó a jóvenes oficiales del ejército hacer cambios estructurales, cuya resistencia estatal derivó en 36 años de guerra interna.

Durante ese lapso, aquellos prohombres capacitados y formados académicamente fueron sistemáticamente asesinados. Ese vacío fue ocupado por la mugre social, que dio lugar a la kakistocracia, es decir, el gobierno de los peores para beneficio de quienes, con el poder económico, tomaron el poder total. Así surgió la indispensable subespecie mencionada, cuyo objeto es facilitar su continuidad en el mando.

Ante esas y otras taras, el gobierno de Guatemala solicitó a Naciones Unidas la creación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) (Dic2016) cuyo trabajo y positivo resultado es conocido: evidenció el grado de latrocinio y corrupción de los cuerpos ilegales y aparatos clandestinos incrustados en el Estado. Eso provocó la creación del Pacto de Corruptos en Sept2017. Cicig fue disuelta en Sept2019. Para los desmemoriados conciudadanos, los ejemplos más notorios de aquella subespecie se anunciaron como “Ni corrupto ni ladrón” para, una vez electo, demostrar ser corrupto y ladrón; “No quiero ser recordado como un hijueputa más” …o como la actual candidata de la opción A, que cuatro años atrás dijo que para poder gobernar era necesaria la Cicig; ahora dice lo contrario y, sin ruborizarse, acota ser de palabra y consistente en sus declaraciones.

De ahí que ante el surgimiento de un candidato imprevisto para la segunda vuelta (opción B) político y académico preparado, capaz e impoluto, el Pacto de Corruptos da traspiés, sobre todo, ante el hecho notorio que el pueblo dejó claro que Guatemala es un país, no una finca; que elegirá presidente, no capataz y que los ciudadanos no son sus peones.

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