CATALEJO

Es urgente reducir pólvora en los cohetes

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Hace unos días, Prensa Libre y Guatevisión publicaron un extenso reporte sobre un tema especialmente importante en la Navidad y demás fiestas de fin de año: la potencia de los cohetes, ahora con un nuevo elemento de enormes posibilidades de causar víctimas mortales: presentarlos escondidos en envoltorios engañosos por ser imitaciones de productos comerciales, como aguas gaseosas, paquetes de cigarrillos, y otros. Ignoro a quién se le ocurrió esa idea absurda, pero quien haya sido provocó la venta de esas trampas en algunas de las coheterías nacionales, cuyos propietarios no tuvieron la capacidad de pensar en el peligro mortal de esos artefactos y sólo se centraron en las ganancias obtenidas de quienes las adquirirán por su presentación atractiva.

' Los cohetes de las festividades navideñas conllevan peligro, pero ahora su potencia puede llegar a ser mortal.

Mario Antonio Sandoval

Hay otro factor no tomado en cuenta y causante de posibles demandas: la presentación ilegal de los logotipos de las marcas comerciales. Nadie puede reproducirlos sin autorización previa, y es impensable un conocimiento previo de las empresas para autorizar esas reproducciones. En otras palabras, se violan los derechos de autor y la propiedad intelectual de un logotipo, asuntos cuidadosamente protegidos por las empresas internacionales. En otros países, hacerlo es exponerse a demandas enormes, imposibles de perder porque los acusados no tienen derecho a realizar tales desautorizadas reproducciones. Es urgente entonces la prohibición de la venta de tales artefactos presentados de esa forma, y las pérdidas deben ser pagadas por los responsables.

El factor más preocupante es el riesgo a la vida de los niños y adolescentes adquirientes. A veces, los juegos pirotécnicos fallan por razones fortuitas y entonces la mayor cantidad de pólvora es una posible causa de la muerte de quienes los manipulan. No hay duda: los juegos pirotécnicos de cualquier tipo y estilo, ya sea de producción nacional o internacional, conllevan riesgo para quien los adquiere y utiliza. Pero en este caso es mayor el riesgo de muerte o de daños personales para toda la vida, en especial en los niños de corta edad. Fui testigo hace muchos años de la explosión de un “volcancito”, lo cual causó rotura de vidrios en las ventanas situadas a pocos metros de distancia. Por fortuna. No tuvo efectos para la niña luego de encender la mecha. Nunca volvió a quemar uno.

 

Diciembre y el licor

Las fechas decembrinas están llenas de motivos para consumir licor en mayor cantidad y ocasiones. Es, en realidad, una mala costumbre guatemalteca: los dueños de las casas de los convivios sirven tragos muy fuertes, como prueba de su buena anfitrionía. Y en los restaurantes, muchas veces hay ofertas para inducir al consumo, algo también realizado por las empresas licoreras en los lugares a donde se pasan las fiestas del año nuevo. Ello aumenta la velocidad del manejo vehicular, y con ello la cantidad de accidentes mortales o causantes de heridas y lesiones. Todo este ambiente hace incrementar el trabajo de las entidades de servicio, como bomberos, personal médico en los hospitales tanto privados como nacionales, así como del sistema judicial.

La única forma de reducir los accidentes es decidir multas severas a quienes manejen ebrios, colocar calcomanías en los carros para indicar el manejo con olor a licor, suspender o en casos extremos eliminar la posibilidad del manejo de vehículos. Las consecuencias de los accidentes a causa de ebriedad son terribles: orfandad, viudez, familias sin ingresos suficientes. Los datos oficiales no dejan lugar a dudas en la enorme cantidad de accidentes diarios este año. Es un problema muy serio porque en muchos casos, las víctimas son personas inocentes, víctimas de la mala suerte al morir, quedar lisiados u hospitalizados por largo tiempo. Según algunos, el país tiene problemas peores, pero la violencia automovilística está entre los primeros y se debe actuar.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.