LA BUENA NOTICIA
Ética en tiempos de pandemia
Toda acción humana puede y debe ser evaluada desde el punto de vista ético. Esto no significa que la evaluación sea siempre fácil ni que los criterios en base a los cuales se hace la evaluación sean siempre claros. En esta pandemia, las opiniones contrapuestas en torno a las aperturas o cierres de actividades me han conducido a plantearme la pregunta de si es posible proponer criterios para la valoración ética de las decisiones de autoridades y ciudadanos.
' Según la doctrina católica, el criterio básico de todo juicio moral es la persona humana.
Mario Alberto Molina
Para las autoridades sanitarias, confrontadas con las severas limitaciones hospitalarias, el objetivo de las políticas es ralentizar la velocidad de contagio para poder atender a los enfermos en los hospitales. Lo ideal, pero irrealizable, sería el encierro y paralización total. Los empresarios reclaman la apertura de las actividades productivas para mantener el empleo y la viabilidad de las empresas. La producción de bienes y servicios en innumerables relaciones de interdependencia da cohesión a la sociedad. La pobreza crece con el cese de la actividad productiva y laboral. Para quienes viven desde hace años en pobreza extrema con casas al borde de barrancos, con hambre crónica, cuyos niños y ancianos mueren a diario de enfermedades curables, el virus es un riesgo más y no necesariamente el más urgente. Perentorio es comer. La escasa movilidad socioeconómica y la falta de oportunidades crea entre los pobres un fatalismo cultural crónico en el que cuidarse para no contagiarse no tiene mucho sentido. Por eso guardar distancia en condiciones de hacinamiento, el uso de mascarillas y el lavado de manos en un agua que nunca han tenido a disposición ni eliminan ni disminuyen los otros riesgos de muerte en que viven. “De todas formas nos vamos a morir”.
¿Hay algún criterio para evaluar estas perspectivas? Según la doctrina católica, el criterio básico de todo juicio moral es la persona humana con sus necesidades de salud para mantener la vida biológica y psicológica, de trabajo e ingreso para ganar el sustento y satisfacer las necesidades de la vida personal y familiar, de la cultura y educación que articula la vida social y de espiritualidad y religión para descubrir el sentido de la vida. Las personas deben tener garantizadas al menos estas cuatro dimensiones de la existencia para una vida humana digna. En tiempos de crisis tiene sentido ético privilegiar una dimensión en detrimento de las otras, pero solo por poco tiempo. ¿Cuánto es poco tiempo? El que termina cuando la estructura que sostiene la operatividad de una o de varias de estas dimensiones da indicios de deteriorarse de modo irreversible.
La solución ideal para esta pandemia es la medicina que desactive el virus. Acabamos de oír noticias esperanzadoras. Admiramos y agradecemos el empeño y sacrificio del personal médico y sanitario para atender enfermos y contener la pandemia. Pero el esfuerzo debe ponerse en perspectiva. La persona viva es valor supremo. Pero la vida de la persona, además de la salud corporal, incluye también salud psíquica, trabajo e ingreso, cultura y educación, fe y culto. Muchos mueren de desnutrición. La pobreza se alivia coyunturalmente con subsidios, pero se supera con inversión y empleo. La muerte es parte de la vida, y ahora está más cerca de todos, también de mí. El creyente cristiano sabe que cuando su vida pierde el soporte biológico, permanece sostenida por el amor eterno de Dios. En consecuencia, pienso que autorizar condiciones de mayor libertad para un desarrollo más equilibrado de las dimensiones que estructuran la vida personal es una decisión éticamente justificada. Libertad que exigirá a los ciudadanos la responsabilidad de cuidarse para contener el contagio.