CATALEJO
Hay oportunidad de otro 20 de octubre
Mañana se cumplirán 78 años de la Revolución de Octubre de 1944, el acontecimiento histórico político más importante del siglo pasado en la atribulada historia guatemalteca. Casi nadie la conoce, en realidad. Otros hechos políticos nacionales e internacionales la escondieron en el viejo y apolillado armario donde están abandonados los recuerdos de esa historia, por demás incomprendida, analizada con criterios políticos sin relación con la Historia —así, con mayúsculas—. Fue una espontánea acción contra el ubiquismo representado por el general Ponce Vaides, quien sustituyó al también general Jorge Ubico, quien durante casi 14 años gobernó en base a un Congreso vergonzoso capaz de declarar “en suspenso” el artículo constitucional contra la reelección.
Los guatemaltecos sobrevivientes, hoy entre 78 y 100 años, constituyen el 0.9% de la población, calculando su edad de entonces de 18 años, hombres y mujeres, cuyo hartazgo con el ubiquismo y los anhelos de libertad y democracia señalados por Estados Unidos como parte de su lucha contra las dictaduras nazi, en Alemania, y fascista, en Italia, fueron factor importante, en una época cuando Rusia era aliada, para después ser enemiga, amiga y ahora enemiga a causa de la guerra en Ucrania. Estos son datos necesarios para poner en contexto los acontecimientos, pero no son el tema de esta columna, cuyo fin es señalar la posibilidad de la juventud guatemalteca adulta de 18 a 45 años a presionar por un cambio urgente para detener la naciente dictadura actual.
' La Revolución de Octubre cambió al país gracias a la participación de los jóvenes. Pasados 78 años, de nuevo hay una oportunidad.
Mario Antonio Sandoval
El grupo de esa edad, según estudios de la pirámide poblacional del país, representa 5.6 millones de personas. En la primera vuelta de las elecciones generales desde 1986 ha participado la mitad, en números redondos, para reducirse a un promedio de 30 por ciento en la segunda, lo cual hace a los gobiernos legales pero no representativos del criterio de la mayoría ciudadana. En este momento, la amenaza de un fraude electoral antes y en las elecciones es de hecho innegable, a causa de las acciones de Giammattei para apoderarse de todas las instituciones del Estado, lo cual ya logró, pero sobre todo del Tribunal Supremo Electoral, convertido ahora en una oficina de obediencia, con lo cual las encuestas electorales hechas profesionalmente casi no tienen motivo.
Los ciudadanos entre 20 y 30 años tienen en su mano una posibilidad de un cambio urgente para ellos, por ser quienes sufrirán más los efectos terribles de la dictadura en el horizonte nacional. Su número es de 3.25 millones y de allí la importancia de su participación. Pero deben abandonar el desprecio por el país y el convencimiento de la imposibilidad de hacer algo, votar nulo o no votar, porque esto los hace cómplices, aunque no quieran darse cuenta. Pero al mismo tiempo tienen claridad de la tragedia nacional a causa de los politiqueros corruptos y mentirosos. El conocimiento de ese mundo cruza las fronteras de división social, étnica y económica. Mientras más votos haya, menor será la posibilidad de chanchullos de quienes se benefician del ausentismo.
Los adultos de más de 45 años debemos convencer de votar a hijos, sobrinos, nietos, amigos, pero a hacerlo no porque un candidato caiga bien o regale gorras, sino por quien tenga posibilidad de ganar y de forzar a la segunda vuelta, pues el evidente plan gubernativo es hacerlo en la primera, gracias a la compra abierta de voluntades. Estas elecciones serán el enfrentamiento entre la ciudadanía decente y quienes gobiernan. La primera acción de los jóvenes debe ser recoger sus documentos de empadronamiento en el TSE. La segunda, no hacer caso a quienes participan por ambición o desean beneficios oscuros al dividir el voto antigobierno. Las elecciones han sido contra alguien (caso de Sandra Torres). Ahora deben ser contra el dictatorial oficialismo.