FLORESCENCIA

Inversión guatemalteca

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Lograr una Guatemala con prosperidad equitativa es posible. Con una clase política modernizada, una ciudadanía empoderada, un sector económico innovador y libres de la corrupción —todo, absolutamente todo—, es posible. La preocupación más grande que tenemos en Guatemala —durante años— ha sido poder llevar el pan de cada día a nuestra mesa y dar bienestar y una vida digna a nuestra familia. Una encuesta realizada por la firma Cid-Gallup en 2019 y un sondeo digital de la Fundación Libertad y Desarrollo en 2020 confirman que la falta de trabajo e ingresos estables son nuestra mayor preocupación.

Para resolver este desafío latente debemos pensar distinto e ir contracorriente. Siempre escuchamos que necesitamos atraer inversión extranjera. Una clara dependencia de la voluntad de las empresas para “arriesgar” su capital. Pienso que el camino debe ser: que Guatemala invierta en Guatemala y sea quien dé el primer paso para generar confianza. Esto lo puede hacer por medio de la creación de bonos del Estado, sustentados por préstamos provenientes de los organismos que normalmente prestan capital a los gobiernos. De ahí, el gobierno debe crear un programa de créditos a empresas para facilitar el establecimiento de sus sedes en nuestro país. Las compañías no arriesgarán su capital. Incluso, estoy seguro de que EE. UU. hasta otorgaría incentivos fiscales a sus empresas que se establezcan en los lugares donde hay mayor migración, y que es de su interés resolver. Las tradicionales excusas de no hay carreteras, electricidad, mano de obra calificada no son barreras. Las empresas innovadoras saben cómo generar su propia infraestructura y capacitar personal a gran escala.

' Guatemala debe invertir en Guatemala, ser quien dé el primer paso para generar confianza.

Marcos Andrés Antil

En su momento, países como Japón, Singapur o Corea del Sur —entre otros— lo hicieron y hoy sus economías compiten a nivel mundial. Podemos atraer industrias innovadoras y dejar —de una vez por todas— de conformarnos con empresas que, aparte de devorar nuestros recursos naturales, pagan mal y generan conflictividad social. Podemos atraer empresas que valoren nuestra diversidad, nuestras creencias milenarias; que respeten a la Madre Tierra y los derechos humanos. Los guatemaltecos somos capaces de ejecutar cualquier labor innovadora. Lo podemos comprobar desde la resiliencia del campesino que a diario labra su tierra bajo condiciones de extrema carencia para sobrevivir hasta la adaptación de nuestras hermanas y hermanos migrantes, que —por ejemplo— llegan a Estados Unidos sin saber leer ni escribir y terminan manejando maquinaria sofisticada. Más de la mitad de los guatemaltecos somos bilingües, y muchos trilingües. Haber aprendido español —uno de los idiomas más difíciles en el mundo— es prueba de una habilidad superior a aprender instrucciones para ensamblar componentes tecnológicos.

¿Qué empresas podemos atraer a Guatemala? Por ejemplo, la industria automotriz que busca establecer nuevas plantas de ensamblaje. Empresas de este calibre fácilmente califican para los préstamos del Estado y lo pagarían sin dificultad. Hoy en el mundo hay una escasez de chips electrónicos derivado de conflictos con las políticas económicas de China, y en especial por la falta de protección a la propiedad intelectual. Guatemala ofrece esas garantías, adicional a su posición geográfica con relación a Estados Unidos. Podemos comenzar con 22 de las 500 empresas más grandes del mundo, una por departamento. Darían trabajos dignos y con salarios competitivos, resolverían nuestra mayor preocupación, no habría más migración forzada y tendrían un efecto dominó, positivo para nuestra sociedad. Es tan solo uno de los caminos para alcanzar el Sueño Guatemalteco.

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