FLORESCENCIA

Juan Antún

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Tío abuelo Juan Antún, ahora que ya estás más allá de Jolom Konob’, en el reino de los ancestros y los acordes de marimbas perpetuas, te revivo en mi mente con mucho cariño, admiración y respeto. Recuerdo cuando de niño caminábamos desde la casa de la abuelita Ewul Antún —tu hermana—, en Nancultac hasta Jolom Konob’ para visitarte. Subíamos el cerro para llegar a tu casa, donde siempre nos recibían con mucho cariño, para luego degustar las exquisitas shecas que la abuela solía traer. Las de trigo eran mis favoritas.

Yo te llamaba igual tío o abuelo. Para mí lo más importante era guardarte respeto. Recuerdo que en tu casa nunca había silencio. Siempre había melodías armónicas, y cuando no, era porque estabas afinando el sagrado instrumento ancestral, la marimba. Hoy entiendo por qué Santa Eulalia es conocida como La cuna de la marimba. Legaste la sabiduría ancestral que ha venido de generación a generación.

' Uno de los dos últimos tatas fabricantes de marimba de Jolom Konob’ más longevos.

Marcos Andrés Antil

Conversando con Samuel Díaz, uno de tus hijos, recordamos lo que tu mamá —mi bisabuela—, Malin Tik, nos contó. Que la manifestación de tu excepcional don se dio cuando a los 12 años fabricaste tu primera marimba. Nos decía que fue labrando sonidos en la madera que pudiste ahorrarte los trabajos agrícolas temporales en las fincas de la Costa Sur —que era uno de los principales sustentos de nuestra gente—. Mamin (abuelo, en Q’anjob’al) Juan Antún, nunca fuiste a la escuela, por lo que no aprendiste a leer ni a escribir, pero tu talento iba más allá. Tu sabiduría trascendió cualquier formación académica moderna. Eres ejemplo de cómo las herencias ancestrales son manifestaciones espirituales que no necesitan de formaciones modernas, pero que aún así, de generación en generación, se van innovando. Sabías elegir con ojos y oídos las mejores maderas de hormigo provenientes de las selvas de Huehuetenango y Quiché, para elaborar las teclas sonoras de nuestro instrumento ancestral. De niño, cuando llegaba a tu casa para jugar con mis primos, me quedaba atónito admirando la sutileza y paciencia con que aserrabas y cepillabas la madera hasta convertirla en tecla. Conforme le dabas forma y tamaño probabas el sonido hasta encontrar la nota, desde la más aguda hasta la más grave, sin ayuda de diapasón o instrumento de afinación; solo la agudeza de tu oído. Abuelo, tu oficio es la personificación de la sincronía entre el trabajo artesanal y la leyenda que da origen a este oficio inmemorial y autóctono. Eras uno de los dos últimos tatas sabios fabricantes de marimba de Jolom Konob’ (Santa Eulalia) más longevos.

El pasado 3 de mayo, a tus 97 años, cruzaste el umbral de esta existencia. En tu paso dejaste como legado tus marimbas regadas por toda Guatemala y el mundo. Supiste trasladar a tu descendencia el talento y la habilidad de crear marimbas. Tus hijos e hijas también están pasando esa sabiduría a sus descendientes más pequeños, quienes orgullosamente ya afinan sus primeras teclas. Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas escuchemos el latido armonioso de las teclas de hormigo convertido en sones de una de las marimbas pulidas y ensambladas por tus manos, gran maestro huehueteco Juan Antonio Díaz —Juan Antún (Antún, Antonio en Q’anjob’al)—, ya que están regadas por Guatemala y el mundo.

Camino al cementerio donde descansarías junto a tu esposa, abuelos y demás ancestros —tu cuerpo fue llevado al ritmo armónico de la marimba que tú mismo fabricaste. El manto de tu alma melódica cubrió a todo el pueblo. Hoy los vientos de Yaxkalamte’ y Los Cuchumatanes esparcen las melodías que nacen de tus marimbas —incluyendo rincones de Norteamérica y Europa—, para calmar la nostalgia de quienes han tenido que migrar.
Yuj wal tioxh.

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