LA BUENA NOTICIA
La asunción de la Virgen
La Iglesia católica celebra hoy la solemnidad de la asunción de la Virgen María al cielo. En la capital es fiesta patronal y muchos pueblos e iglesias del país tienen esta advocación mariana como titular. El acontecimiento que se conmemora consiste en que María, por ser la madre de Jesús, Hijo de Dios, participa por adelantado de la resurrección de los muertos, que los demás cristianos esperamos para el final de los tiempos. Gracias al lugar singular de María en la vida y ministerio de Jesús y al carácter simbólico que su persona adquirió desde muy temprano, a ella se le atribuyeron rasgos que pertenecen a la Iglesia y la Iglesia asumió para sí características propias de la persona de María. La madre de Jesucristo hace efectivos en sí misma el presente y futuro de la Iglesia.
' Celebrar a la Virgen Madre asunta al cielo es afirmar que la realidad nos excede.
Mario Alberto Molina
El proceso tiene su origen en el Nuevo Testamento. La “Mujer” que protagoniza la visión del capítulo 12 del libro del Apocalipsis tiene rasgos propios de María en cuanto que está encinta y da a luz al Mesías. Pero tiene también rasgos propios de la Iglesia perseguida, puesto que el Dragón la acosa y debe refugiarse en el desierto.
El evangelista san Lucas, cuando narró el episodio de la visita de María a los padres de Juan el Bautista, le atribuyó un cántico de acción de gracias. Uno de los versículos de ese cántico, Lucas 1,48, hace una afirmación asombrosa. Ella dice de sí misma que “desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones”. Eso es un signo de que cuando san Lucas escribió su evangelio a finales del siglo I, ya había una incipiente veneración a la madre del Salvador. Esa veneración creció y floreció tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa hasta el día de hoy.
Sin embargo, esa veneración ha sido denostada por dos instancias diversas. En el protestantismo y el evangelismo posterior hay un rechazo al culto mariano. En el protestantismo la devaluación de la figura de María tiene que ver, me parece, con la idea de que para asegurar la centralidad y singularidad de Jesucristo hay que disminuir toda otra figura que incluso remotamente pueda rivalizar con él en la mente de los fieles.
Entre las tendencias propias del evangelismo más reciente está el rechazo de todo lo que parezca católico, y la veneración a la virgen María es un signo de identidad católica. La otra instancia que descalifica y reduce la figura de María es la exégesis racionalista de la Escritura, según la cual todo lo que en la Biblia exceda las posibilidades del mundo tal como lo describe la ciencia es mito y ficción piadosa. De esa cuenta todos los hechos extraordinarios que abundan en la Biblia pierden realidad: la resurrección de Jesús y también su concepción virginal. El título virgen madre sería un oxímoron inverosímil. Y la fiesta de hoy, un mito piadoso, pues si Jesús no resucitó, menos su madre.
Sin embargo, precisamente esta figura sobre la que se acumulan tantos misterios extraordinarios es un símbolo y un estímulo para que no reduzcamos la realidad a los límites de nuestra razón. El racionalismo nos seduce porque circunscribe lo real dentro del alcance de los métodos de observación. La tecnología derivada de la ciencia nos hace sentir poderosos y dueños del mundo. En cambio, si la realidad nos excede, si la realidad tiene dimensiones que nos superan, si hay un Dios que la abarca y la sostiene, entonces nosotros somos creaturas que debemos dar cuenta a nuestro creador de la gestión de nuestra vida y del mundo. Celebrar a la Virgen Madre asunta al cielo es afirmar que la realidad nos excede y es ámbito de esperanza, aunque seamos creaturas frágiles, no dueños poderosos. La experiencia de la pandemia lo corrobora.