DE MIS NOTAS

La campaña

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Se inició el proceso electoral el pasado 26 de marzo, a medianoche. El país entero amaneció saturado de incontables vallas, pancartas, afiches, pinturas en casas y toda una parafernalia de propaganda electoral de tan alta saturación que la visualización para el ciudadano es una masa que a los pocos días ya pasa desapercibida.

' Realidad y discursos: “La distancia entre los dos es cada día más grande”.

Alfred Kaltschmitt

De todos los elementos que han permeado este proceso electoral, el más nocivo y peligroso para la democracia y para la transparencia de las elecciones han sido los nefastos efectos, por segunda vez, de la “Ley Electoral y de Partidos Políticos”. Una ley absolutamente absurda e impráctica. La gran responsable, en su mayor parte, de la falta de credibilidad del proceso electoral y la tormentosa ruta por la cual ha transitado, por sus normativas tan incoherentes como ilógicas, premiando el silencio político antes que la libre emisión del pensamiento y el libre intercambio de ideas y debates. Castigando, dentro de esa nebulosa legal, a ciertos candidatos que se han aprovechado de los vacíos y trayendo con ello serios cuestionamientos del poder discrecional que tal vacío permite.

Por eso, la LEPP es la gran Moby Dick de las leyes estúpidas. La gran ballena electoral de lo absurdo, con candidatos descalificados y sanciones a diestra y siniestra, permeando de pesimismo y negatividad todo el ambiente.

Esto, lógicamente, ha afectado la credibilidad del TSE. La falta de confianza de la ciudadanía en una institución que antes gozó de tanta credibilidad; ahora, aún más dañada debido incluso a una comunicación muy deficiente para administrar las crisis que ha tenido que enfrentar.

El famoso software, que no se sabe si premia a unos y castiga a otros, sigue siendo una duda sembrada en el imaginario del pueblo. Sea como sea, es la percepción lo que cuenta.

Con el rechazo a la inscripción de Jordán Rodas por el TSE, el partido de Thelma Cabrera, del MLP, decidió no competir. El partido tenía suficiente tiempo para convocar a una asamblea y nominar a otro candidato a vicepresidente. Evidentemente, prefirió el capital político que entraña la victimización y la percepción de la discriminación indígena y su participación en las elecciones.

El caso de Roberto Arzú es diferente. El asunto principal no es sobre la reincidencia de hacer “campaña adelantada”, sino si tales reincidencias lo hacen idóneo o no. Esto se ventila ante la CC mientras escribimos esta columna. No le dará tiempo y no se vislumbra un cambio.

Quedan tres candidatos firmes en los primeros lugares: Zury Ríos, Sandra Torres y Edmund Mulet.

El partido oficial le apuesta al arrastre que los casi 200 alcaldes le irán a generar al partido Vamos el día de las elecciones y a su candidato Manuel Conde. Le han apostado a la estrategia de tierra, a la movilización de votantes y, en general, el poder de arrastre que tienen los alcaldes en términos de recursos y de cacicazgo.

No hay duda de que su fuerza en el Congreso de la República será alta.

De los programas de gobierno, todos los candidatos repiten el mismo diagnóstico, y siempre en la demagogia de la tarima se puede erradicar la pobreza por decreto y comprar los votos regalando cosas. El “cómo y con qué” de los programas de gobierno están vedados para la mayoría de la población. No los entienden.

Los análisis son para un pequeño porcentaje. Quizás ahí radica la pobreza de nuestro sistema electoral. El candidato que pugne por enfrentar la realidad no gana votos.

Ojalá se pudiera transformar este país con promesas de tarima, evadiendo la realidad.

Pero como dice la canción aquella: “La distancia entre los dos es cada día más grande…”.

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