LA BUENA NOTICIA
La cercanía del Reino se manifiesta en la resistencia
Jesús llama y envía a los primeros discípulos misioneros (Mateo, 9, 36-10,8) a impulsar su proyecto para la humanidad: El reino de Dios. Esto lo hace frente a un pueblo maltratado, desamparado y agotado; sin líderes creíbles que lo acompañen hacia una vida plena y digna; delante de una cosecha abundante de la obra de Dios en el mundo al que ama, pero requiere de hombres y mujeres disponibles para recogerla.
' Jesús elige y envía a sus discípulos en medio de un pueblo maltratado que anda “como ovejas sin pastor”.
Víctor Manuel Ruano
Todo ello con el fin de hacer posible la cercanía del Reino, que en la práctica significa buscar a “los descartados” y quienes andan “perdidos” en el sin sentido de la vida, promover la salud integral de personas y pueblos, apostarle a la vida en todas sus dimensiones y manifestaciones, limpiar toda lepra personal y social, y trabajar gratuitamente por la humanización de la sociedad.
Las comunidades eclesiales son llamadas a realizar esta misma misión, pero al estilo de Jesús e inspirados en las orientaciones que encontramos en el evangelio, cuyo núcleo central es el reino de Dios, entendido como una irrupción de lo divino en la historia humana, portador de vida y libertad, de justicia y paz, de plenitud y trascendencia que comienza aquí y concluye en la eternidad.
Ese dinamismo “reinocéntrico” es capaz de transformar la existencia e iluminar la historia, desde el momento en que Jesús lo anuncia con su vida, su palabra y sus hechos y lo prolonga en sus seguidores al decirles: “Vayan y proclamen por el camino que el reino de los cielos está cerca. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios”.
Ahora bien, esa misión debe encarnarse en cada momento histórico y en cada contexto de sociedades concretas y diversas. En el caso de Guatemala, las comunidades eclesiales hoy viven la misión de Jesús bajo “un régimen autoritario, dictatorial, corporativo” y criminal (CNR), que empezó descaradamente desde el gobierno anterior y el actual, cuyas características dominantes son: poner el Estado y el gobierno al servicio de elites económicas devastadoras y de politiqueros corruptos, someterse a redes del tráfico de drogas-armas-personas, y de “una cúpula militar fascista” (CNR).
Esta es la principal razón del subdesarrollo social y democrático, de la extrema pobreza y de la desigualdad que afronta nuestro país, donde las mayorías sobreviven angustiadas y agotadas. Están “como ovejas sin pastor”; es decir, sin líderes confiables.
Los discípulos de Jesús son enviados a esas periferias donde están los “perdidos” o excluidos; los carcomidos por “la lepra” de la miseria, del hambre y de la injusticia; los que mueren por la violencia, la desnutrición, la falta de trabajo y de oportunidades sostenibles para vivir con dignidad; “los enfermos” del cuerpo, del alma y de la mente; hasta los poseídos por “los demonios” de la confrontación, de la indiferencia y de la soberbia. Son enviados para hacer posible la cercanía del Reino de Dios, que, dadas las condiciones del régimen despótico que tenemos, pasa por “la resistencia pacífica”, como la única vía legítima para que el pueblo recupere la ruta de la democracia y el desarrollo integral; alcance la dignidad, la justicia y la paz y se empeñe en el “cuidado de la casa común”.
Tanto es el atraso de nuestro país que estamos ante hombres y mujeres “enfermos” que necesitan ser curados, “muertos” que necesitan resurrección para vivir la vida con sentido, “poseídos” que deben ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos. Todos en Guatemala queremos volver a vivir, queremos curarnos y resucitar, queremos reír y disfrutar de la vida siendo felices, queremos afrontar cada día, con esperanza, alegría y audacia para la recuperación de nuestro país de las mafias que lo cooptaron.