CIVITAS
La esperanza de la Iberosfera
La Iberosfera está atada por vínculos fortísimos que hacen imposible no pensar en cómo será el futuro compartido. Entendiendo la Iberosfera como una comunidad de más de 700 millones de personas de América y la Península Ibérica, es más que obvio todo el bagaje histórico que compartimos. Hay vínculos profundos de siglos atrás que siguen vivos a través de muchísimas tradiciones, el lenguaje, la fe, la familia y hasta una idiosincrasia similar. Nos une el pasado, pero también el futuro.
Política e ideológicamente, a ambos lados del Atlántico se está librando una batalla, pues hay individuos y colectivos que promueven una ofensiva contra la libertad, las tradiciones y la dignidad humana. Es una exageración, dicen algunos. Sin embargo, toda la evidencia está frente a nosotros. Tanto en la Península como en América, la amenaza a la libertad es palpable en mayor o menor grado. Por un lado está la izquierda criminal que económicamente ha llevado de la riqueza a la miseria a países enteros, como en Venezuela, Cuba y Argentina. También aquella izquierda que se disfraza de moderna y a través de la política identitaria, la política de género, y la mutilación del lenguaje destrozan las mentes de los jóvenes. Tal es el caso de Chile, México y España. Por otro lado, son igualmente una amenaza a la libertad y el progreso quienes, ideológicamente (Nicaragua, Honduras, Bolivia) o de forma vacía y bruta, pretenden instaurar una cleptocracia cuya finalidad es acumular poder (como en El Salvador) o institucionalizar la corrupción para extraer lo máximo posible del Estado (con mucho pesar, como en nuestra Guatemala o Perú). Estos forjan un hartazgo tan grande que hace posible que los primeros lleguen al poder. Todos, culpables de mucha miseria en nuestros países.
Son diversos los problemas y amenazas al futuro de Iberoamérica, pero donde hay una crisis también hay una oportunidad. Las últimas semanas compartí en un programa cultural y de liderazgo con 10 jóvenes de España, Honduras, México, Colombia, Argentina, Estados Unidos, Bolivia, Chile y Venezuela. De cada uno escuché los desafíos que hay en sus países y bien podrían ser los mismos de Guatemala. No obstante, en ellos vi esperanza por el futuro. No es en vano la frase cansada que siempre nos dicen las personas mayores, “Ustedes los jóvenes son el futuro”.
De estos jóvenes líderes aprendí que hay infinitas formas de ejercer nuestro civismo y luchar por el bien de nuestras naciones. No se trata de ser los más ruidosos, pintarrajear patrimonio público, destruir todo a nuestro camino en una protesta, ofender a los demás y luego alegar sentirse amenazado cuando te responden, tampoco de cuántos “me gusta” tenga una publicación con intención maliciosa de desinformar. Más bien, es darlo todo en los espacios en los que estamos y día a día poner en práctica lo que Enrique García-Máiquez cataloga como la nobleza de espíritu. Es ser prudentes, honestos y con responsabilidad estar dispuestos a defender nuestras ideas y principios para no caer en el mismo juego de quienes solo quieren volverse populares por el aplauso o el poder. A la vez, trabajar para que se garanticen los derechos individuales de todos, defender el estado de Derecho y los procesos democráticos, impedir que se desvanezcan los límites al poder público y abogar para que cada uno pueda vivir dignamente de la forma que quiera.
En palabras de Kiko Méndez-Monasterio, “la esperanza nunca es simple, aunque sea pequeña”, y en Iberoamérica estamos en un punto de inflexión donde mucho pareciera estar perdido, pero no la esperanza. Con el ejemplo podemos guiar a más jóvenes a aportar constructivamente, por eso a mis jóvenes colegas les digo: Somos imparables.