MIRAMUNDO

La frustración constitucional

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Giovanni Sartori, un autor prolífico en el campo del Derecho constitucional y también en sus aportes a la construcción democrática, en el prefacio de su clásico “Ingeniería Constitucional Comparada”, señaló: En cierta ocasión Bentham dijo que las dos grandes “maquinarias” de la realidad son el castigo y la recompensa. Sin duda, la ingeniería tiene que ver con las máquinas, su mecánica, diseño y funcionamiento… las constituciones se parecen (de alguna manera) a las máquinas, esto es, a mecanismos que deben “funcionar” y producir algo; segundo, que no es muy probable que constituciones funcionen como se desea a menos que empleen las “maquinarias” de Bentham, es decir, los castigos y recompensas.

Nuestra Constitución, si adoptamos el mensaje metafórico, debería producir un Estado “responsable de la promoción del bien común, de la consolidación del régimen de legalidad, seguridad, justicia, igualdad, libertad y paz…” La constitución se frustra cuando no se desarrolla, y no se desarrolla, no solo porque se dejan de emitir las leyes que ella manda, como, por ejemplo, la de aguas o comunidades indígenas, sino también cuando se emiten normas con el objetivo de privilegiar a personas o sectores, pero sobre todo cuando las instituciones funcionan para que, de manera formal, legitimen los abusos, o bien, funcionen con inercia tal, que jamás controlen el ejercicio del poder.

' Las constituciones se parecen (de alguna manera) a las máquinas, a mecanismos que deben “funcionar” y producir algo.

Alejandro Balsells Conde

El control del poder produce relaciones de tensión. Una República descansa su diseño constitucional en que hay, y debe haber, tensiones de poder; cuando no ocurren los procesos solo validan el ejercicio de la función pública sin límites. Así vemos, por ejemplo, kaibiles que custodian droga y a la fecha no se sabe si los mandamases castrenses reaccionaron y desconocemos si el Ministerio Público podrá averiguar algo concreto; vemos robos descarados hasta en el Insivumeh, sin que la Presidencia mueva un dedo; tenemos un presidente del Tribunal Supremo Electoral que hizo fraude para presidir un órgano “ejemplo de transparencia” sin que los propios partidos políticos lo rechacen, pero lo más grave es estar al tanto de un narco poder cada vez más grande en el Congreso que vota con la bancada oficial y así legitima las decisiones del partido de gobierno. Nuestra Constitución se frustra cuando, desde dentro, se boicotean sus mandatos. La maquinaria constitucional no puede producir para lo cual está diseñada si se utiliza para otros fines. El poder no solo se legitima por haberse obtenido en las urnas, la legitimidad se pierde si el mismo se utiliza para abusar de él. Entender la democracia como un proceso electoral en que cada cuatro años se elige un rey constituye un absurdo, porque el régimen republicano somete el poder a la regla del Derecho, y el Derecho se defiende porque es conquista.

Si el sistema económico no genera cambios a una realidad donde la pobreza y la brecha de desigualdad es cada vez más amplia, la democracia, la república y el marco constitucional se frustran. Si el guatemalteco constata que el autoritarismo de Bukele es más efectivo, el marco actual será indefendible, porque no puede pedirse a una población jugar de Quijote. Constatar, conforme la última encuesta Gallup, que nuestro presidente solo es superado por el colombiano en la corona de desaprobación popular, debe preocuparnos y ocuparnos. Centroamérica es un buen laboratorio para ver qué queremos: en Honduras el narco en el ejecutivo, en El Salvador un eficiente autoritario, en Nicaragua un sandinista se encarna en la aventura de Somoza y Costa Rica siempre como excepción. Sin instituciones no hay desarrollo y acá nos estamos jugando algo más que la presidencia de Giammattei para poder defender el pírrico marco democrático.

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