VENTANA

La Guatemala que viene

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“Así como en este mes de octubre, a pesar de la lluvia, hay días que los volcanes amanecen entre un cielo totalmente despejado, sublime, quiero tener fe que el presidente electo y su próximo equipo de gobierno se dedicará a despejar las nubes negras que oscurecen a Guatemala y que los chapines pondremos de nuestra parte para que eso ocurra”, cantó el Clarinero. Desde esa visión comento hoy tres historias y una reflexión sobre cómo abrir las puertas del futuro de la Guatemala que viene.

La primera historia. El Canal de Panamá es una ruta de navegación interoceánica entre el Atlántico y el Pacífico. Conducir un barco por esta vía es una tarea compleja que exige mucha precisión. Un gran barco de carga o un crucero trasatlántico, al llegar al canal, por muy avezado que sea su capitán, le entrega el mando a otro capitán, conocido como “piloto práctico.” Este piloto conoce al dedillo los 82 km de largo del canal, se hará cargo de hacer el tránsito del navío, que puede tener una duración de 10 horas. Esta profesión marina es una de las más importantes para la seguridad de la navegación, por el riesgo económico, ambiental y las vidas humanas que conlleva dirigir las naves por esa vía, que es una extraordinaria obra de ingeniería.

La segunda historia. Norman es un amigo de Nueva York que vivió largos períodos de tiempo con los lacandones en la selva petenera, hace 35 años. Cuando venía a mi casa nos contaba sus insólitas experiencias con la comunidad lacandona que vivía en la selva. No se me olvida el relato de la primera vez que se internó en esa jungla. Norman sabiamente siguió el consejo de la gente de la zona y llevó consigo dos monos araña. Los monitos serían sus guías. Bebía y comía lo mismo que ellos. La selva es un entorno desconocido para un occidental. Su vida peligra en cada paso.

Una noche Norman sintió una tensa calma a su alrededor y recordó que eso ocurría cuando un jaguar rondaba cerca. Sintió pánico cuando se topó con un par de ojos incandescentes, que lo miraban fijamente, entre la maleza. ¡Era un jaguar! Pensó que su hora de morir había llegado. Pero los monitos empezaron a saltar y a gritar con fuerza: ¡Yiayiayia! Norman los imitó. El jaguar dio un giro casi imperceptible y desapareció en la oscuridad de la noche.

La tercera historia. Los mitos milenarios del Popol Vuh siguen vigentes en este siglo XXI. Tengo en mente la historia cuando los señores de Xibalbá invitan a los héroes gemelos, Hunahpú e Ixbalanqué, a jugar a la pelota. Su intención era matarlos como lo hicieron con su padre Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú. Sin embargo, los héroes gemelos no vivían en la burbuja de ellos mismos, sino “leían” el entorno que les rodeaba. Antes de presentarse frente a los señores del mal enviaron a un mosquito para que los picara. Al sentir el pinchazo, cada uno le preguntó a su vecino llamándolo por su nombre, si había sido picado. De esta manera Hunahpú e Ixbalanqué no cayeron en la trampa de saludar a hombres de palo al llegar a Xibalbá.

' Hemos sido sordos y ciegos a la enorme riqueza que tiene nuestro entorno natural y cultural.

Rita María Roesch

¿Cómo podemos aplicar estas tres historias tan distintas pero con un mensaje similar, para abrirnos las puertas del futuro en esta Guatemala cada vez más compleja e incierta? El mensaje es que ya no podemos desconocer al entorno. Hoy en día, en la era del conocimiento, los pilotos prácticos, los monos araña y los zancudos del Popol Vuh son más necesarios que nunca, porque lo que no hemos aprendido a manejar a lo largo de nuestra historia son los entornos donde ha transcurrido la vida de Guatemala. Hemos sido sordos y ciegos a la enorme riqueza que tiene nuestro entorno natural y cultural y desconocemos cómo desarrollar el enorme potencial que tenemos como nación.

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