MIRAMUNDO

La nueva justicia popular

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Se espera que católicos y evangélicos en esta Semana Mayor destinemos tiempo para analizar la vida, ejemplo, martirio, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, pero en la práctica el tiempo se destinará para aprovechar el único plazo vacacional general con el que contamos y así huir de la rutina.

Escribir una columna a publicarse el Miércoles Santo es complicado, porque me confieso creyente pero no practicante, y esto me deslegitima para brindar mensajes con tinte religioso; sin embargo, al servir uno de orientador de la opinión pública es oportuno aportar un poquito con relación a la figura histórica de Jesús, porque así también invitaríamos a los no creyentes a sumarse a esta perspectiva y además entender nuestro presente.

El cristianismo tiene una influencia fundamental en la Teoría de los Derechos Humanos, el nuevo mandamiento: amarse unos a otros como Jesús nos amó, cambió la forma de entender al otro. Esta sentencia dicha hace dos mil años sí cambió cómo concebimos a los demás, porque su mensaje también fue universal, con el objeto de borrar esas grandes diferencias entre judíos y no judíos. La concepción de “dignidad del otro” es clave para entender el Derecho Occidental y los Derechos Humanos.

El Domingo de Ramos recordamos cómo Jesús es recibido con vítores en Jerusalén y luego, cuatro días después, la misma muchedumbre, por medio de una condena popular, frente a la autoridad romana opta por indultar a Barrabás y condenar al Mesías a su martirio, humillación y crucifixión.

' El actuar de los jueces no se respeta en Guatemala y se hacen acosos solapados o escondidos desde el poder.

Alejandro Balsells Conde

La Justicia Popular, a lo largo de la historia, es la mejor forma de justificar barbaridades. Endilgar la responsabilidad a una masa amorfa de gente, para no contrariar los ánimos, es la mejor forma en que magistrados, jueces, reyes y emperadores han encontrado para lavar sus culpas, no por nada el recuerdo del Prefecto Romano es tan elocuente al lavarse las manos.

Un juez debe permanecer ajeno a las solicitudes populares porque en muchas ocasiones le corresponderá emitir un fallo rechazado por la mayoría, pero que conforme su conciencia y la ley procede. En países como el nuestro, con instituciones precarias, sobresalen aquellos jueces valientes enfrentándose a poderosos, pero en democracias más desarrolladas los jueces se ven seriamente presionados por sectores sociales y por eso el propio sistema garantiza su permanencia y actuar de buena fe.

La experiencia cristiana nos debe servir en el día a día. Comprendamos, por ejemplo, que en El Salvador el presidente Bukele, bajo la premisa de acabar con las maras y su violento proceder, lleva encarceladas a más de 10 mil personas y entre las redadas van muchos inocentes. Algunos jueces han ordenado las libertades porque no existen pruebas y el presidente más popular de América Latina tilda a los juzgadores de corruptos e incompetentes.

Todos aplaudimos decisiones acertadas de la autoridad para combatir el crimen, solo un insensible o delincuente justificará a las maras, pero pocos evidenciamos la cantidad de inocentes que esta oleada indiscriminada de persecución se ejecuta en el hermano país. Es una estupidez esperar la injusticia en carne propia o con un hijo o un hermano para señalar los horrores cometidos en “nombre de la seguridad nacional” o “el bien común”.

El actuar de los jueces no se respeta en Guatemala y se hacen acosos solapados o escondidos desde el poder. En El Salvador, abiertamente el presidente condena a jueces por no acatar las órdenes de la policía o el ejército, y así más de alguno está sin pruebas detenido o por el delito de llevar tatuajes o vivir en barrios de pobreza. Por eso valga la reflexión ¿son estas redadas una nueva forma de justicia popular? ¿es esto cristiano? Cada quien responda.

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