CON OTRA MIRADA

La plaza atrial de San Cristóbal Totonicapán

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El pasado Sept2022 salió a luz el libro del que tomo el título para este artículo, obra del investigador social y antropólogo Fredy Ochoa García y del arquitecto restaurador Rodolfo Asturias Méndez. Se presentó en la XIX Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua 24Nov/4Dic2022). Contiene una detallada descripción del conjunto monumental y su restauración, así como la cosmovisión indígena subyacente en ese modelo urbano que se extendió de México a Guatemala, El Salvador y Honduras.

' Estímulo para que un alcalde visionario recupere la plaza atrial haciendo una inteligente. intervención urbana.

José María Magaña Juárez

Conocí ese conjunto por el colega Asturias, quien a raíz del terremoto de 1976 se involucró en la restauración del templo, junto al especialista John Hibbitts, trabajo que desarrolló con denodada pasión hasta 1984, cuando terminó con la recuperación del convento.

Con la incursión española en nuestro territorio y el resultado del enfrentamiento con el reino k´iche, Pedro de Alvarado fundó Quezaltenango el 15My1524, en el actual barrio San Nicolás, que por seguridad se asentó en San Jacinto, Salcajá, en donde fue construida la primera capilla religiosa, dedicada a la Virgen de Concepción, llamada La Conquistadora.

De la primera iglesia formal no se tiene fecha precisa de construcción, pero se sabe que fue en San Cristóbal Pahulá, hoy Totonicapán. Magnífico templo situado oriente-poniente, con una plaza al frente delimitada por capillas en sus vértices y una cruz al centro. Ese segundo templo fue destruido por el terremoto del 12Feb1689, del que sobrevivieron algunos vestigios: un segmento de la fachada con la torre circular (único caso en la arquitectura nacional), el muro sur que comparte con el convento, y el ábside de planta cuadrada, con sus contrafuertes exteriores y cubierta de bóveda vaída.

Ante el crecimiento de la población y la necesidad de su catequización, se decidió construir otra iglesia más grande. Para eso se mantuvo el ábside, que se usó como sacristía; el segmento restante se convirtió en presbiterio. La nave se desarrolló transversalmente, hacia el norte, triplicando su longitud.

Lo que actualmente llamamos plaza atrial no tiene antecedente en la Europa renacentista, como tampoco se le puede atribuir reminiscencia del ágora griega. Es, sin duda, un elemento innovador del espacio urbano del siglo XVI en América, probablemente inspirado en el uso ceremonial, religioso, político y social de la plaza de las ciudades mayas. En ese nuevo espacio se incluyó el atrio propiamente dicho: superficie normalmente sobreelevada del terreno tres gradas, conocida como lonja.

En esa primera etapa constructiva, ese espacio al frente del templo estuvo cerrado por un muro y sus ángulos, definidos por capillas abiertas. Para el ejercicio de la nueva religión, las iglesias regularmente fueron impuestas sobre templos preexistentes o sobre sitios ceremoniales de la cultura indígena. Es por eso que la plaza atrial cumplió la función de espacio de transición entre el exterior a cielo abierto, de la costumbre indígena, y el espacio interior, cerrado y oscuro del templo católico. Las capillas fueron llamadas posas, pues la plaza atrial sirvió, entre otros usos, para llevar en procesión la custodia con el Santísimo, que se posaba (detenía) en cada una de las capillas, según un orden litúrgico.

El libro contiene, además de la rica descripción del conjunto y del proceso de su restauración, un amplio juego de planos, dibujos, mapas y fotografías antiguas y contemporáneas que ayudan a comprender la importancia de ese rico legado. Confío en que también sirva de estímulo para que algún alcalde visionario recupere la plaza atrial, haciendo una inteligente e histórica intervención urbana que la cultura de nuestro país agradecerá.

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