NOTA BENE
¿Le hacemos caso a Davos?
Cada enero, un grupo selecto de políticos y empresarios miembros del Foro Económico Mundial (FEM) celebran un evento en una estación de esquí llamada Davos, en Suiza. Este año, se inscribieron 2,658 personas, a pesar de que tiene un costo de $28,000 para los representantes corporativos. Sin modestia, John Kerry, a quien el presidente Joe Biden nombró enviado especial para temas climáticos, dijo que pretenden salvar el planeta. Se sobreentiende que los davoístas perciben que deben salvar la Tierra de la humanidad, culpable de causar el calentamiento global y otros males. Quieren implantar un nuevo paradigma, contenido en un manifiesto del 2020, que requiere a las empresas ya no solo ser eficientes, sino sostener al gobierno —pagar impuestos— y luchar por la equidad y la sostenibilidad. El fundador del FEM, Klaus Schwab, describió el Gran Encierro por el coronavirus como una oportunidad para efectuar un gran “reinicio” de la economía según su visión tercerista, opuesta a lo que él llama capitalismo tradicional y estatal.
' ¿Qué es Davos?
Carroll Ríos de Rodríguez
Este año, una panelista del FEM propuso frenar la productividad. “Menos es más, ya no necesitamos más desarrollo”, proclamó la directora de una ONG suiza llamada GreenUp, Nicole Keller. En tanto la ugandesa Winnie Byanyima, del programa contra el sida de las Naciones Unidas, se quejó de que los millonarios del mundo habían amasado aún más riqueza durante la pandemia y pidió que dieran su dinero a los pobres.
¿A dónde nos llevan el reinicio, la desaceleración deliberada y la redistribución? Obligar a la humanidad a ser menos productiva impedirá el combate tanto a la pobreza como a asuntos ambientales. Schwab no solo nos exhorta a ser frugales, ecológicos y solidarios; convoca a políticos y los insta a promulgar políticas públicas coercitivas como el Gran Encierro. Simpatiza con los ingenieros sociales, quienes sospechan de las motivaciones y elecciones de las personas, empresas y asociaciones y por ello buscan recortar su libertad.
La alternativa es un sistema basado en la persuasión y no la coerción, que confía en la capacidad de las personas para gestionar su propio bienestar. Dicho sistema se cimenta en instituciones como el estado de Derecho y un aparato de justicia certera que hace valer los contratos y los derechos de propiedad, protege la vida y la libertad de los ciudadanos, y facilita una convivencia pacífica y productiva. No engendra la uniformidad, sino diversidad, creatividad e innovación. Las soluciones a los problemas sociales y ambientales no se dictan desde Davos o Pekín; son policéntricas, privadas y comunitarias. En libertad, la solidaridad es auténtica, porque es voluntaria.
El Instituto Acton, un centro de investigación con oficinas en Estados Unidos, Roma y Buenos Aires, describe con elocuencia las bondades de las sociedades libres y virtuosas. Los investigadores de Acton explican claramente cómo funcionan los mercados, cuál es el papel subsidiario del gobierno y cómo administrar los recursos naturales para el largo plazo. Acton ha elaborado propuestas sofisticadas para luchar contra la pobreza. Manejan un entendimiento de la importancia de la cultura y la religión en el desarrollo. El excelente trabajo del Instituto Acton inspiró la fundación del Instituto Fe y Libertad en Guatemala.
Esta semana nos visitan dos gerentes de Acton. Steven Barrows, director de operaciones, y Michael Matheson Miller, director de iniciativas estratégicas. Miller dictará la cátedra “Cinco crisis en la cultura y la defensa de la política” hoy por la tarde, en la sede del Instituto Fe y Libertad. Compare la visión de Davos con la de Acton. ¿Cuál es más atractiva?