CABLE A TIERRA
Llegaron las podridas elecciones 2023
Hubo un tiempo en que pensamos que las elecciones eran —o debían ser— una fiesta cívica; el estímulo periódico necesario para ir reforzando y perfeccionando gradualmente la democracia en Guatemala. Que el retroceso democrático era un escenario poco probable, dado el contexto que imperaba a finales del siglo XX y principios del XXI. Pero pasó. El contexto cambió y 30 años después de que se abrió la brecha para democratizar Guatemala, se comenzó a desandar el camino a pasos acelerados. Llevamos ya siete años de rodar aceleradamente por el despeñadero, aunque los interesados estén empeñados en negarlo, en pretender que aquí no pasa nada con la captura del Estado, con la destrucción del sistema de justicia, de la institucionalidad democrática y de los pocos espacios que se habían abierto para la democracia y la inclusión.
' Hubo un tiempo en que pensamos que las elecciones eran —o debían ser— una fiesta cívica.
Karin Slowing
Esta semana nos llaman a participar. Que vayamos a votar, dicen, pues la fachada de las elecciones hay que mantenerla todavía; Que la masa se movilice a votar es la nueva modalidad de los autoritarismos tolerados en el siglo XXI, dictadores “electos” o con cambios de rostro, avalados por cortes y tribunales cooptados que aseguran que solo su grupo permanece en el poder. La historia de siempre, dirán algunos, en estas pseudodemocracias; solo que todo sumamente agravado pues la perdida de libertades y derechos es claramente notoria. Vote, pero eso sí, solo puede votar por los “permitidos”; por aquellos que son útiles para perpetuar la situación actual. Entre ellos es la aparente pugna electoral. Los partidos con vocación más democrática o que representan más orgánicamente a la mayor parte del pueblo de Guatemala, a esos o los han sacado de la contienda anticipadamente o les han cercenado los medios para tener una participación en igualdad de condiciones.
Pongamos otro escenario, uno de esos que se ven casi imposibles: uno en el que se da el milagro de un pueblo consciente con el ejercicio de su voto, que sale a votar en masa por esos partidos que no han vendido al pueblo de Guatemala para mantenerse en el poder y aprovecharse de los recursos del Estado y apropiarse del país. De esos que todavía piensan en la gente de a pie, en los que pasan hambre, que viven en perpetua inseguridad alimentaria, que no tienen educación ni oportunidades de empleo; mucho menos recursos para un “emprendimiento”, por lo que se ven obligados a emigrar como sea, por sus precarias circunstancias. Partidos que piensan en la estrangulada clase media, que no tiene posibilidad de pagar los absurdos precios en dólares que se piden en Guatemala por un pequeño lugar para habitar. Por los que además de pagar sus impuestos, pasan penas para pagar la educación de los hijos, el seguro de salud, la gasolina y repuestos del carro, porque la opción de transporte público masivo y seguro no existe en Guatemala. ¿Votaría usted por esos partidos o va a optar por lo que ya sabe que solo usará su voto para llegar al poder y luego se olvidará de usted nuevamente?
¿A qué le va a votar, señor ciudadano, señora ciudadana? ¿A la cancioncita pegajosa, a las edecanes danzarinas, a la bolsa de alimentos o la lámina que le ofrecieron, del proyectito que lleva años gestionando sin que le hagan caso, a la promesa de empleo en el Estado a cambio de su voto? ¿A los rostros de siempre, que compiten cada cuatro años? ¿a los “nuevos” pero que representan a los de siempre, o a los que solo quieren destronar a esos, para ponerse en su lugar y hacer lo mismo?
El escenario de un ejercicio de voto consciente y masivo, que defienda la democracia y el derecho al desarrollo, se ve improbable en estos momentos. Pero quien quita que Dios nos haga el milagro durante Semana Santa.