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Los 100 años del PCCh y el mensaje de Xi al mundo

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Entre un espectáculo épico de luces, música y más de 10 mil artistas que relataban la historia de China, se celebró el pasado 1 de julio el centenario del Partido Comunista Chino (PCCh), fundado en 1921 en Shanghái. En toda la capital, las celebraciones y el discurso de Xi Jinping se transmitieron en grandes pantallas al aire libre, mientras que, en las redes sociales chinas, estrictamente controladas por censores oficiales, circularon millones de memes y emojis a favor.

' Hasta qué punto se puede catalogar como exitoso un modelo político, si coarta las libertades mínimas del humano.

Brenda Sanchinelli

Después de su fundación y a más de 70 años del nacimiento de la República Popular China, el PCCh mantiene el gobierno del país más poblado del mundo, con una narrativa que lo corona como el actor que logró transformar a China de un país oprimido, humillado y derrotado en una nación rica, segura de sí misma y capaz de competir por la hegemonía mundial.

El régimen comunista chino concede un gran valor simbólico a los aniversarios, por lo que el centenario se considera una fecha sumamente importante y una ocasión cuidadosamente preparada por la propaganda estatal para recordar al país y al mundo los éxitos del régimen. En una impresionante ceremonia frente a más de 70 mil personas en Beijing, Xi dijo que nada podría detener el ascenso de China.

En su discurso alusivo quiso dejar bien claro que su país ya no es el mismo de hace 10 años y Pekín ya no está dispuesto a permitir que el orden mundial se estructure en base a lo que dicta el G7. Estas palabras, en consonancia con la actitud y tono de autoridad que caracterizan al líder chino, revelaron que uno de los objetivos inmediatos será el fortalecimiento de su ejército para hacerlo más poderoso y tecnológicamente avanzado, capaz de liderar globalmente y proteger la soberanía, seguridad y desarrollo de China.

El discurso de Xi, asertivo y con tono decisivo, alcanzó picos de agresión real cuando abordó el tema candente por excelencia, Taiwán. Dijo que resolver este problema y lograr la reunificación completa de “la patria” son las tareas históricas inquebrantables del Partido Comunista de China y la aspiración común de todo su pueblo.

“El pueblo chino nunca permitirá que ninguna fuerza extranjera nos intimide, nos coaccione y nos esclavice”, agregó Xi entre aplausos. “Cualquiera que intente hacerlo seguramente se romperá la cabeza en la Gran Muralla de Acero construida con la sangre y la carne de mil 400 millones de chinos”. ¡Duras palabras!

El “éxito” del PCCh también ha sido reconocido en el extranjero. Para EE. UU. y Occidente, por ejemplo, China se ha convertido no solo en un adversario estratégico, sino también ideológico. Recientemente, los logros de China han llevado al mundo a cuestionar “si las democracias son capaces de competir” con el Reino del Dragón.

Sin embargo, y a pesar de toda esta retórica, en los últimos años el control y el autoritarismo han aumentado, la represión de la disidencia se ha vuelto cada vez más severa, la ortodoxia ideológica más rígida y Xi Jinping, desde que está en el poder, ha obligado a los aparatos del Partido a estudiar el colapso de la Unión Soviética, en la década de 1990, para evitar cometer los mismos errores.

El poder del Partido se ha extendido a toda la sociedad, bajo Xi se ha incrementado la vigilancia y censura de los medios de comunicación e internet, se han cerrado los escasos espacios de libertad de expresión; periódicos, algunas asociaciones y lugares de encuentro han sido reducidos al silencio, y en general la sociedad está bajo un estricto control por parte de las autoridades, como no ha había sido el caso durante décadas.

El discurso que Xi dirigió supuestamente a su pueblo, en realidad era un claro mensaje para los más poderosos del planeta.

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